[VEINTICUATRO]

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[LA AUTORIDAD]


Nicholas

Moscú, Rusia.


Dejo que el agua helada se lleve toda la sangre seca de mi cuerpo mientras que en la cabeza solo tengo la imagen de la gente a la que acabo de matar. Recuerdo los gritos, el llanto, las suplicas y aquello me sube el ego.

Me tienen miedo.

Salgo de la ducha para cambiarme, dejando la playera sobre la cama cuando las noticias acerca de la desaparición de Nina Klosova toman fuerza en cada canal de noticias. Que la busquen lejos de demostrar la preocupación que tienen, demuestra el poder y los cojones que les hacen falta a toda esa bola de "superiores".

Entregué a Klosova a la Bratva no solo porque fuera una inútil que lo único que hacía era traernos problemas, sino que lo hice porque entregar al eslabón más débil es debilitar al hombre sobre el poder.

Y yo que creía que de la ira no podía sacar nada.

Reviso unos documentos para comprar un departamento en la zona y nada me convence, así que los desecho y termino dejando todo regado sobre la mesa. No hay nada que me guste, ni que llame lo suficiente mi atención y me voy a la cama queriendo pensar en algo más.

Soy consciente de que las cosas que hago tendrán repercusiones si no cuido lo que hago, pero debo moverme y con lo de las elecciones encima tendré más encima las miradas públicas. Lo que significa que tengo que idear una forma para deshacerme de los cuerpos que lo de hace un par de horas no se puede volver a repetir.

¿Meterlo en ácido será efectivo para ello? ¿Lanzarlos a un lago? ¿O tendría que cavar fosas para echarlos? He escuchado también que los cerdos pueden comer carne, pero no sé... hay muchas variedad.

Checo mi teléfono y el mensaje que leo antes de acostarme me abre la herida de años atrás.

Cuando la conocí sentí que mi mundo se movía, creí que era anemia.

En ese entonces las cosas no eran como son ahora. No había rusos, ni galeses, ni problemas, ni nadie que no fuéramos nosotros disfrutando del poder de ser los mejores en el puesto. Recuerdo los berrinches, los gritos, los insultos, pero también las confesiones, los momentos íntimos, las noches dónde recorría su piel y también el llanto que desató para relatarme su pasado oscuro.

Recuerdo cuando éramos capitanes y escapábamos a otro lado, dónde sólo intentábamos ser dos locos queriendo adueñarse del mundo. Sólo éramos dos arrogantes que lo querían todo y ahora ninguno se conforma con nada.

Extrañó como solían ser las cosas...

Cuando la alarma suena, prendo la televisión y termino escuchando las noticias acerca del lugar dónde hallaron más de 30 cuerpos incinerados está mañana y la sonrisa no la puedo disimular porque apenas estoy iniciando con esto.

Obsesión [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora