[CUARENTA Y NUEVE]

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[DEUDAS Y SANGRE]


Amara


La risa de un niño me hacen moverme hacia dónde el sonido proviene, el clima caluroso junto con la música hace la combinación perfecta para un día tranquilo en la playa y el ver que la pequeña melena rubia se levanta de la manta para correr hacia mí me hace sonreír.

Se mancha los pies de arena, pero no me importa en el momento en que lo alzo para cargarlo y la mirada azulada destella pura felicidad. Su risa es mi sonido favorito cuando froto su barriga para hacerle cosquillas, la llenura que siento dentro de mí es tan rara y no parece real, pero el sostener al niño en mis brazos me hace olvidarme de cualquier otra cosa disfrutando de esto.

Mis pies tocan la arena y paseo con el niño en mis brazos, llegando hasta la orilla del Mar. Lo bajo de mis brazos, tomando sus manos y ayudándolo a caminar en la misma orilla para que pueda sentir la frescura del agua clara. Su risa me contagia y cuando veo la ola venir, lo alzo nuevamente en mis brazos y su felicidad parece ir en aumento con ello.

Lo abrazo y reparto besos en su pequeño rostro, dejando que sus manitas se aferren a mi cuerpo como si no quisiera soltarme y hago lo mismo disfrutando de su presencia.

—Sonreír te queda mucho mejor que cuando andas seria.

Me doy la vuelta ante la presencia de la rubia, me sonríe y la calidez con la que me recibe me hace sentir en casa. Hace tanto que no me sentía de esa forma y estar nuevamente con ella, me da la sensación que tanto he anhelado desde niña, de ser parte de una familia. Y con Eris a mi lado, parece que es suficiente.

El niño en mis brazos es tan pequeño, que sostenerlo me da miedo, pero cuando Eris canta una canción, el niño pide por "bailar" y nos muevo a los dos no queriendo soltar y alejarlo de mí y es que el calor que me da, me da fuerza para respirar. Pase mi mano por sus mechones rubios, la sonrisa y los ojos alegres me hacen cantar la melodía que la rubia canta y el pequeño choca sus manos con emoción.

Hace tanto que nadie se emociona por escucharme hablar y el niño en mis brazos parece que muere de la emoción con cada palabra que sale de mi boca. Y de pronto, la idea de quedarme parece tan tentativa y no entiendo porque de un momento a otro, siento mi corazón pesado.

— ¿Por qué lloras, nena?

La voz de Eris me hace mirarla, no me había dado cuenta de que tenía el rostro mojado e intento limpiarlo sin querer que me vea mostrando ese lado débil, pero sus brazos me rodean y el vacío dentro de mí, aumenta junto con el dolor que parecía haber olvidado.

—No llores, Amara. —Se separa de mí y me sonríe limpiando mi rostro, dejando un beso en mi mejilla como cuando era niña—. Un día volveremos a estar juntos.

Obsesión [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora