[TRES]

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[ESCALOFRÍO]


Nicholas


Las cosas en Rusia son y se mueven de forma diferente, me gusta. Aquí todos saben quién soy y respetan mi puesto. El poder que tengo es tan... superior al que tuve y entiendo tantas cosas ahora.

Sin bien mudarme a Rusia, específicamente a San Petersburgo no fue la mejor idea al inicio siendo el hijo mayor de Aurelio Kaiser y que la mafia ruso me anda buscando, me dije a mí mismo, al carajo el miedo, que yo no vivo de eso.

Al inicio no fue sencillo, la barrea que tenía por el idioma estaba presente y no solo con ello, la persona que dejó vacío el puesto de general, no lo llena cualquiera.

Me tocó esforzarme el triple de lo que hacía para poder ganarme el respeto de toda esta gente. Incluso cuando hice de todo para ganarme el puesto, hay quienes no toleran verme, pero no estoy aquí para complacer a nadie. Quería su respeto, pero si no lo tengo, tampoco les voy a rogar porque para rogar están otros.

Lo único que tuve que hacer fue aprender ruso.

—Buenos días, general Kaiser —me saluda la coronela.

—Coronela —me sonríe, entregándome un par de cosas más y me ha tocado fingir que no sé la historia de porque hay alguien nueve en el puesto. Es otro secreto que comparto con la mujer—. ¿Qué es esto?

—Los permisos para diseñar su nuevo armamento —responde—. El diseñador Venka Torosov, estaría encantando de ser quién diseñé su armamento, señor. No diseñó el de la anterior generala, pero si el de los soldados y hace un buen trabajo.

—Lo tomaré en cuenta —relamo mis labios y el cabello rubio de ella me distrae por un par de segundos. Vuelvo a centrarme, en la mirada y está me mira curiosa—. ¿Algo más? Tengo mi tiempo limitado, hoy no me quedaré hasta tarde.

— ¿Puedo saber por qué no se quedará hasta tarde? No es que me incumba, pero usted no ha salido temprano en ninguna otra ocasión —dice y se suma a mi caminata.

Mal no la quiero tratar, así que me trago el "no te quiero aquí".

—Tengo asuntos personales que atender, ¿Es todo, coronela?

Asiente quedándose quieta, baja la mirada al suelo y bufo no teniendo la paciencia entera para esto, solo que en lugar de largarme, me quedo parado como idiota mientras me disculpo por mi actitud.

De por sí que no le caigo bien a los rusos, no tengo porque hacer más enemistades innecesarias.

La cara que pone no me gusta, la sonrisa que surca de sus labios me hace darme la vuelta y me detiene del brazo antes de que entre a mi oficina. El gesto que hizo no lo paso por alto, pero no la reprendo no queriendo meterme en más tonterías, abro la puerta queriendo tener un lugar dónde pensar y descansar y lo que me encuentro solo me hace retroceder pasmado.

Obsesión [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora