Capítulo 36

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(Alex)

Hace un mes que los chicos volvieron de Andorra más felices de lo normal. Me puedo hacer una idea de lo que han hecho en casa de mi hermano.

En realidad, eso no es lo que más me preocupa de todo. Isel y Mireia llevan todo este mes muy raras, con caras de preocupación y no hacen más que hablar entre ellas. ¿Qué secreto esconden?

- Marc, ¿no notas a las niñas raras?

- Un poco sí, pero Isel será porque tuvo que despedirse de Aitor y tu hija la estará consolando. No será nada. Ya verás -Marc consigue convencerme de que no pasa nada.

Seguro que es por eso. Tú sabes lo que es echar de menos a la persona que amas. Me intento autoconvencer a mí mismo.

Subo a mi habitación, donde está Val durmiendo. Quiero despertarla para desahogarme con todo este tema, aunque mi hermano ya lo ha hecho.

- Amor despierta –rozo nuestros labios.

- Alex, quiero dormir –se hace la remolona.

- Y yo hablar de que la niña está embarazada.

- ¡¿Qué la niña qué?!

- Ahora que estás despierta, vamos a hablar. No creo que la niña esté embarazada, o eso me ha hecho creer mi hermano, pero sí que la noto rara.

- Eso ya lo qué, pero pensar que está no lo creo.

- La cosa es que Isel está igual. ¿No les estará pasando algo malo?

- Alex, relájate. Id los chicos a montar en moto y, cuando volváis más relajados, hablamos con las chicas. Todos queremos saber lo que hicieron.

- Pues yo no me quedo a escuchar los detalles.

- Id ya y no molestes a nadie más.

Aviso a los chicos del plan y subimos a prepararnos. Al bajar, me encuentro a mi cuñada preparando el biberón para mi sobrina.

- Buenos días cuñadita –digo fingiendo ser pareja abrazándola por la espalda.

- Buenos días cuñadito. ¿Dónde has dejado mi beso?

- Aquí –doy un beso en su mejilla-. Aquí –doy otro cerca de su oreja-. Y aquí –doy uno más en su cuello.

- Así sí que son buenos días cuñado. Pero ahora tengo que ir a dar el desayuno a la hambrienta de tu sobrinita.

- Te ayudo si quieres.

Leli asiente y vamos a la habitación de la pequeña. Mi cuñada va a sentarse en la mecedora con Noah, pero me adelanto y lo hago yo primero.

- Siéntate encima –así lo hace.

Nos mecemos hasta que la pequeña acaba su desayuno y nos quedamos en la mecedora hasta que conseguimos que vuelva a dormirse para devolverla a la cuna.

- ¡Vaya dos! Si no fuera porque sois los dos igual de raros, pensaría que me estabas engañando con mi hermano.

- No digas tonterías. Alex solo me vale para hacer el tonto. Tú me vales para mucho más, para esto –señala la cuna- entre otras cosas.

- Alex, nos vamos ya. Hasta luego princesa.

-Adiós chicos.

Nos subimos al coche y llegamos a una explanada donde nos dejan pilotar. Me enfundo el mono y el casco y no los espero. Tengo que liberar toda la tensión acumulada durante la poca mañana que llevo.

Vuelta tras vuelta, derrape tras derrape, mis problemas parecen ser más pequeños de lo que parecían durante todo este último mes. Ninguno de los chicos es capaz de seguirme el ritmo, ni mi propio hermano.

Una vida en conjunto (EJDP2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora