Capítulo 48

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(Diana)

¿En qué momento se nos ocurrió tener más hijos? Ya hemos criado a los primero y nos encontramos con que los segundos están en la edad del pavo. Ni mientras hacen los trabajos para clase dejan de dar por saco. ¿Qué hemos hecho mal?

- Deja de martirizarte loca. Que sabes que son capaces de hacerlo adrede si te ven así -me dice Leticia cuando entra en la biblioteca.

Desde que la situación en casa se nos descontroló, todas nos refugiamos en la biblioteca de Leli porque es el único lugar de la villa en el que los niños respetan el silencio y la tranquilidad. El respeto que le tienen a Leticia es indescriptible.

- ¿Qué hacéis todas aquí escondidas? -pregunta Alex al entrar.

- Tú bien sabes por qué estamos aquí. Seguro que vosotros estáis en vuestro despacho.

Su sonrisa lo delata y nos invita a todas a que lo sigamos hasta el despacho. Creo que ellos se han cansado antes que nosotras de la actitud de nuestros hijos. Y, cuando se ponen serios, mejor no meterse en su camino.

(Val)

Cada una de nosotras se sienta al lado de su marido y, en cuanto ellos lo creen conveniente, Pol empieza a hablar.

- A ver, creo que no necesitamos dar rodeos. Los críos se están comportando como cabrones y nosotros ya nos hemos cansado de esta actitud. O hablamos con ellos y lo entienden o los mandamos a la academia militar.

- Pol, deja de beber que te afecta demasiado -responde Leli-. Nadie va a ir a la academia militar. Solo hay que tener mano dura con ellos o, la solución con más sentido, preguntar a nuestros hijos mayores como hacían para calmar a semejantes bestias.

Nada más terminar de hablar mi cuñada, salgo del despacho sin escuchar a los que se quedan dentro. Tiene razón. Hemos sido tan cabezotas que no nos hemos dado cuenta de que podíamos haber pedido ayuda. Subo hasta la habitación de mi hija mayor y llamo a la puerta.

En un primer momento no recibo respuesta pero, al tocar por segunda vez, escucho movimiento en la habitación y me abre la puerta Marco con Eric en brazos. Me derrito al ver a mi nieto, pero ahora tengo una pequeña misión.

- Eric, ¿dejas que me lleve a mami un momento? Así puedes jugar con papi.

Mi pequeño asiente y Mireia, con cara de preocupación, me sigue escaleras abajo hasta el despacho en el que le explicamos como nos puede ayudar con su hermano y sus primos. Ella nos dice que le pedirá ayuda a Hugo y que nosotros no nos preocupemos por nada. Que el fin de semana ellos no solucionarán todo.

- Como esos demonios te hagan algo los echo de casa -le dice Marc antes de salir.

- No te preocupes tío. Sé defenderme.

(Mireia)

Salgo del despacho y subo corriendo a mi habitación. Por la tarde hablaré con Hugo para ver que se le ocurre que podemos hacer con ellos, pero ahora quiero pasar un rato con Marco y nuestro hijo.

- Mira quién ha vuelto.

Sonrío a mi chico mientras veo que Eric viene corriendo hasta la puerta donde lo cojo y la cierro detrás de mí.

- ¿A qué quieres jugar mi principito?

- Yo con pimo Hugo ahora mami -no me da tiempo a preguntar porque llaman a la puerta y Marco de apresura a abrir.

- Sobrino, te confío a mi hijo para que lo cuides.

- Tío, déjate de tonterías.

- Hugo, luego quiero hablar contigo. Es urgente.

Hugo asiente y se lleva a Eric que está encantado de pasar tiempo con su primo mayor.

- Deja de pensar. Estamos solos. En nuestra habitación. Y tengo una bañera llena de espuma lista para nosotros.

Me dejo hacer por Marco y termino apoyada en su pecho entre la espuma. Siento sus manos en mi vientre y no puedo evitar mirar hacia atrás para encontrarme con su mirada. Ninguno de los dos dice nada porque no nos hace falta. Las manos de Marco se siguen moviendo por mi cuerpo y, cuando llegan a mi entrepierna, mi cuerpo empieza a temblar.

Los dedos de Marco no dejan de moverse haciendo las delicias que dejan mi mente en blanco. Mente que solo vuelve en sí cuando siento los labios del padre de mi hijo en mi cuello subiendo hasta mi oído donde me susurra nuestras palabras.

- Tu es ma folie, mon rêve, mon amour -me giro para quedar frente a él y nuestros cuerpos quedan encajados a la perfección.

Mis brazos rodean su cuello mientras su miembro roza mi entrada y aprovecho su pequeña indecisión para sentarme sobre su pene y soltar, acompasados, un jadeo de placer.

Nuestros ojos no se separan de los del otro mientras nuestras manos vagan por el cuerpo del otro. Las mías suben y bajan por los musculosos brazos de Marco al mismo tiempo que las suyas bajan por mi espalda hasta descansar en mi cadera la mano izquierda y en mi clítoris la mano derecha.

(Marco)

El cuerpo de Mireia me vuelve loco. Sus caderas se mecen sobre mi pene como una amazona. Me encanta lo atrevida que es en la cama y lo poco a lo que se niega.

La espuma es lo único que me molesta ahora mismo porque no me deja ver como nuestros cuerpos encajan, como sus pechos se mueven y como su cuerpo tiembla con cada caricia que le doy.

- Vamos a la cama -le digo mientras nos levanto.

Ella no me dice nada. Sigue moviéndose y follándonos como si no estuviese caminando hasta nuestra cama. En cuanto llego, no hago otra cosa sino dejarle el control.

Se queda sentada a horcajadas sobre mi entrepierna y empieza a dar botes mientras se muerde el labio inferior para no gritar. No bajo la mirada hasta nuestras entrepiernas y, lo que veo, me la endurece más.

Su excitación lubrica mi miembro que cada vez está más mojado y entra en ella cada vez con mayor facilidad. Mireia, a pesar de que lo hace rápido, sabe como desesperarme para nos dé la vuelta.

- Has tardado más de lo que esperaba -me dice provocadora.

- Y tú no creo que me vayas a durar mucho.

La penetro de una sola embestida que hace que no sea capaz de callar el gemido. Sus pechos se mueven al compás de las embestidas y los paro en cuanto me los llevo a la boca sin dejar de entrar y salir de ella.

Las manos de mi chica se aferran a mi pelo haciendo que no deje de chupar sus pezones dejándolos duros y sensibles cuando los abandono para besarla en los labios mientras el orgasmo nos arrasa a los dos dejándonos agotados.

- ¿Qué es lo que tienes que hablar con mi sobrino? -le pregunto cuando nos tumbo en la cama para descansar.

- Nada importante. Nuestros padres necesitan ayuda con nuestros hermanos.

- Sí que están muy tocapelotas los enanos.

- ¿Me tengo que poner celosa? Aquí la única que te puede tocar las pelotas soy yo.

No puedo evitar reírme con el chiste que hace. Aunque estoy encantado de que me toque las pelotas cuando quiera. Aunque tendrá que ser en otro momento porque Hugo nos va a traer al pequeño y será mejor que estemos vestidos.

Una vida en conjunto (EJDP2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora