Capítulo 26

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(Pol)

Llevamos varias semanas malas en casa. Joel y Joana van a lo suyo y los escucho hablar de cuidar bebés. Hugo y Lau están en su burbuja, Mireia y Marco no hacen más que besarse desde que están juntos, los pequeños como siempre, haciendo de las suyas e Isel bueno, Isel no se separa de Marc.

He decidido pasar tiempo con Isel para que Marc pueda pasar tiempo con su mujer. Creo que le gustan los caballos, he pensado en llevarla al hipódromo que hay aquí cerca y luego, comprar un caballo. Voy a su habitación y la veo tumbada en la cama con Marc.

- Isel, ¿qué te parece si pasamos el día entre caballos?

- Me parece perfecto.

- Pues ya estás tardando en cambiarte. Te espero abajo.

Isel asiente y Marc se levanta de la cama para acompañarme a la planta de abajo. Vamos en silencio hasta que llegamos al salón y nos sentamos en uno de los sofás.

- Gracias por llevarla.

- Lo hago para que cuides un poco de tu matrimonio. Además, hace mucho que no paso tiempo con ella y sé que lo está pasando mal. ¿Te parece bien que le compre un caballo?

- Se lo iba a comprar yo, pero todavía no tenemos el establo.

- Yo le compro el caballo y tú el establo. Ahora sube y atiende a tu mujer. De tu niña me encargo yo.

Marc se va corriendo a su habitación. No me quiero imaginar porqué se va con tanta prisa, pero, por el camino, se tiene que cruzar con Isel que baja con unos vaqueros y una camiseta muy sencilla, pero bonita.

- ¿Nos vamos? –le pregunto.

- Sí. ¡Qué ganas de ver caballos!

El chófer de la casa nos lleva al hipódromo y quedamos en que nos venga a buscar a la hora de comer. Pasaremos toda la mañana viendo carreras y, después, la llevaré a comer para darle su regalo más tarde.

Las carreras están muy reñidas y, hasta la última vuelta, no se sabe quién va a ganar. No nos importa mucho porque no hemos apostado nada, pero las personas que nos rodean no paran de gritar al caballo por el que han apostado.

- Creo que no saben que por gritar, el caballo no va a correr más –me dice Isel divertida.

Me gusta verla sonreír y disfrutar. Desde que Andrés le confesó que es gay no ha vuelto a ser la misma y me alegra que ahora se haya olvidado de ello. A lo mejor, el caballo sí que ha sido una buena decisión.

Mientras lo cuide se olvidará de todo y será feliz.

- Va siendo hora de comer. ¿Te parece bien si nos vamos cuando acabe esta carrera?

- Por mí nos podemos ir ya. Va a ganar el que va por la calle tres.

- Sí estás tan segura, entonces nos vamos.

Salimos del recinto y esperamos a que pasen a por nosotros. No tenemos que esperar mucho para ver como se acerca el Mercedes negro que nos trajo por la mañana. Entramos y le digo a Nico, otro de nuestros chofer, dónde está el restaurante en el que he hecho la reserva.

Tardamos bastante en llegar a causa del tráfico, pero como no tenemos que buscar sitio para aparcar el coche, entramos directamente al establecimiento. El maître nos lleva hasta nuestra mesa y nos da la carta.

- ¿Qué vas a pedir? –me pregunta dubitativa.

- Supongo que la ensalada. ¿Por?

- Es que hay muchas cosas y no sé cual escoger.

- Coge algo ligero –le recomiendo.

- Bien. Pues creo que escogeré otra ensalada.

- Perfecto.

El camarero anota la orden y se retira dejándonos tiempo para hablar un poco. Descubro que Isel no estaba enamorada como nos hizo creer a todos, sino que solo era atracción. También descubro una parte de Isel que está muy escondida dentro de ella. En esos paseos por la playa, le gusta buscar una concha, escribir en ella algo que no quiere olvidar y tirarla al mar para compartirla con otras personas.

Nuestra comida llega y, mientras comemos, Isel me va preguntando qué es lo que vamos a hacer. Yo no se lo digo, quiero que sea una sorpresa. Le doy pequeñas pistas, pero tan sutiles que no se da cuenta. Le pregunto si le gustaría tener un caballo, como lo llamaría, si montaría todos los días

Acabamos de comer entre risas. Pago la cuenta y vamos caminando hasta los establos donde se encuentran los caballos para adoptar en la zona.

- ¿Qué hacemos aquí?

- Quiero adoptar un caballo para ti.

- ¿De verdad?

- Sí. Es mejor así que comprar uno, ¿no crees?

- Sí. Vamos a llevar a casa a uno de ellos.

- Bueno, primero lo adoptamos y ya nos lo llevaremos cuando tu padre monte el establo.

- Cuando lleguemos a casa se lo pido.

- Vamos a ver esos animales. Te están esperando.

Entramos en los establos y vamos cuadra por cuadra viendo a los más de cien caballos que tienen. Hay de todas las razas y colores.

Isel se enamora de un caballo español marrón que tiene de nombre Titán.

- Me gusta Titán. ¿Nos lo podemos quedar?

- Te lo puedes quedar. Vamos a hablar con la encargada.

La directora del centro me da los papeles de adopción y nos dice que el caballo se quedará aquí hasta que nosotros tengamos un lugar apropiado para Titán en casa y que ella lo aprobara. Los tres estamos conformes con la decisión. Nos despedimos de la mujer y volvemos a la cuadra del caballo de Isel.

- Tengo ganas de tenerte ya en casa –le susurra a su mascota.

- Tenemos que irnos para avisar a tu padre.

- Siii. Hay que construir un establo para Titán –dice emocionada.

- Y hablar con el resto para decir que tenemos una nueva mascota.

- ¡No! Es solo para mí.

- Pues vamos a tener que adoptar más mascotas.

- Pero ahora no. Quiero llegar a casa y contarles a mis padres el regalo que me has hecho.

Llamo a Nico que nos viene a buscar y nos deja en la puerta de casa.

Isel sale corriendo para hablar con Marc y Leli. Se la escucha desde el salón donde me he sentado con mi preciosa esposa.

- Veo que el día ha ido muy bien –me dice Laura algo coqueta.

- Sí, pero estoy seguro de que puedes mejorarlo.

Una vida en conjunto (EJDP2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora