Capítulo 9

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(Laura)

Mañana es el juicio. Todos estamos muy nerviosos por lo que pueda pasar, pero no podemos dejar que el nerviosismo nos gane. Así que, mientras los chicos cuidan de los niños, nosotras nos vamos a llevar a Leli a un spa.

- No me puedo creer que los chicos hayan cerrado el spa. Nos podemos defender solas de cualquiera que nos haga preguntas.

- Pero quieren que nos relajemos. No que estemos pensando en quién nos va a pedir una foto o quién va a hacer la pregunta incómoda del día.

Leticia tiene razón. Pero no pueden ir cerrando locales cada vez que nosotras hagamos planes de chicas. No todo en la vida se resuelve con dinero. El caso es que, cuando llegamos al spa, una de las chicas que nos recibió nos explicó todos los servicios que tenían y en qué consistía cada uno de ellos.

- Nunca pensé que había tantas opciones -admito en voz alta.

- Creo que voy a probar uno de los masajes y, después, quizá algo de hidroterapia -empieza Leli.

Yo pido lo mismo que ella y las demás hacen sus elecciones. Pol me ha pedido que pase tiempo con Leli y que no la deje sola. No sé muy bien por qué yo o por qué no la puedo dejar sola, pero su mirada me decía que lo hiciera sin hacer preguntas y es lo que voy a hacer. No creo que las respuestas lleguen mucho más tarde de lo que terminará el juicio mañana.

Entramos en una de las salas en las que ya ha dos masajistas esperándonos. Las camillas tienen toallas perfectamente dobladas, las velas desprenden un olor que invita a la calma y su iluminación hace que quieras dejarte llevar. Las chicas, muy amables, nos piden que nos cambiemos y nos dejan solas.

- No ha sido mala idea la del masaje. Esto transmite mucha paz.

- Lau, ¿cómo piensas tumbarte? -en cuanto me lo pregunta me doy cuenta. A pesar de que no se me nota mucho cuando estoy vestida, mi vientre ya es lo suficientemente notorio para que no me pueda tumbar bocabajo.

- Pues no me acordaba. Me pondré bocarriba.

Las dos nos tumbamos en las camillas y las chicas vuelven a entrar en la estancia. Cuando me ven tumbada hacia arriba, les explico que estoy embarazada y la chica que me va a atender a mí, me pregunta si me apetece un masaje en las piernas. Me explica que me va a venir muy bien para tenerlas descansadas y, además, favorece contra la retención de líquidos, así que, eso es lo que hacemos.

Mientras estamos tumbadas, empieza a sonar una música sutil que termina de completar el momento zen. Siento como mis músculos se destensan, mis pulsaciones bajan y mi cabeza deja de pensar en cosas que no merecen la pena. Cuando me giro, Leli me está mirando sonriente.

- Al final te va a venir a ti mejor que a mí esto.

- Pues no te lo voy a negar. Esto se siente muy bien -las dos nos reímos y seguimos relajándonos mientras las manos expertas de las dos chicas terminan con nuestros nudos, tensiones y contracturas.

Cuando las chicas nos dicen que han terminado nos vuelven a dejar solas para que nos vistamos. Leli parece estar muy relajada y eso es bueno. Mañana le espera uno de los peores días de su vida. Una vez vestidas, cogemos unas bolsas y salimos al hall de entrada para ir directas a una de las piscinas.

- ¿Frío o calor?

- Calor siempre -contesto a su pregunta.

Nos adentramos en una de las piscinas cuya agua está caliente y, aunque no son aguas termales como las de los balnearios naturales, no se siente nada mal. El agua hace que todas las sensaciones que me había dejado el masaje se intensifiquen. Me siento relajada y como flotando en una nube. Me olvido de todo lo que me rodea hasta que Leticia me ahoga.

- ¿Te has vuelto loca?

- No, pero me sorprende que te abstraigas tanto. Tú eres siempre la que no deja de pensar en nada y te agobia todo. Es raro que nos hayamos cambiado los papeles.

- ¿No te relajas?

- Sí. Venir a un spa es muy relajante y me ayuda a no querer huir hasta el aeropuerto y dejaros con el marrón, pero supongo que hoy no habrá nada que pueda hacer que me haga no pensar en todo lo de mañana. No quiero verlo, no quiero escucharlo, no quiero hablar, no quiero recordar... no quiero que llegue mañana o quiero dormir y despertar cuando Marc me avise que hay que ir al aeropuerto para volver a la villa.

Sus palabras no eran agónicas, pero tampoco mostraban la serenidad que caracteriza a mi amiga. Sus ojos, aunque calmados, reflejaban el terror al futuro más próximo y, es ese momento, entendí a Pol. Leticia necesita que la escuchen hasta donde ella sea capaz de hablar. Alguien que, como yo, siempre está agobiada por las cosas y no deja de darle vueltas a la cabeza. Ella nunca nos ha contado que pasó ese día. Siempre supusimos que no recordaba nada por el shock, pero nunca habló por el dolor que le producía.

- ¿Quieres hablar?

- Prefiero hacerlo en el juicio. No puedo miraros a la cara y hablar a la vez. Lo intenté con Marc, pero no pude. Lo mejor para mí es no enfrentarme a vosotros en este sentido. Lo siento.

- No lo sientas. Necesitas hacer las cosas a tu manera y eso está bien. Nosotros siempre vamos a estar aquí para todo lo que necesites.

Nos abrazamos justo cuando llegan el resto de chicas que nos preguntan a qué viene el abrazo. Yo no pensaba decir nada, pero es Leli la que les pide paciencia y las tranquiliza diciendo que mañana lo entenderán todo. Así que, con todo medio aclarado, disfrutamos todas juntas de la piscina hasta que llega la hora de volver a casa.

- ¿Pero qué ha pasado aquí? -pregunta Leticia al ver como la casa parece que se la ha llevado un huracán por delante.

- Mi amor -Marc no se cree que les hayamos pillado con todo sin recoger-, sube a nuestra habitación. Cuando bajes, estará todo ordenado.

- Eso no responde a mi pregunta.

- Hemos hecho galletas con los niños -responde orgulloso Fabio.

- Vale. ¿Y en el salón que habéis hecho?

- Comernos las galletas.

La espontaneidad de Marc nos hace gracia a todos, pero los chicos y los niños tienen que recoger todo esto y los dejamos solos mientras subimos a ponernos ropa más cómoda para estar un rato en familia.

Una vida en conjunto (EJDP2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora