Capítulo 10

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(Leli)

Ha llegado el día. Hoy me voy a enfrentar a Danny Kent. A pesar de que tenemos una orden de alejamiento, he pedido que no se vaya de la sala con mi intervención. Tiene que enfrentarse a lo que ha hecho conmigo. Si tiene algún tipo de remordimiento, que sufra.

- ¿Cómo estás mi amor?

- No lo sé. Nerviosa, cansada, aliviada... Todas las emociones se juntan.

- Sabes que puedes pedir que se cumpla la orden de alejamiento en cualquier momento.

- Lo sé. Pero no es lo que quiero en este momento.

Cuando la conversación se termina, salimos de nuestro dormitorio y nos encontramos con los chicos y mis padres. Los niños están jugando ajenos a todo lo que pasa y eso me tranquiliza mucho. Todos me miran con cara de pena y me hacen sentir mal. No quiero dar pena, no a ellos. Ya estoy recuperada de lo que pasó y todos lo saben. Necesito que esto se acabe.

- Es hora de irnos -escucho que Pol le susurra a Marc.

- Sí, por favor. Vámonos ya. Quiero poner el punto final a esta historia.

Nos subimos al coche de Marc que tiene siete plazas y me hago pequeña en mi asiento. Hoy tengo a todos los hombres de la familia (Marc, Alex, Pol, Fabio y Xavi) pendientes de mí y no es algo que me haga sentir demasiado cómoda. No soy una persona que disfrute de que le presten atención. Aunque, igual, es precisamente por eso por lo que están aquí. En cuanto llegamos al Juzgado veo la cantidad de prensa que me espera en la entrada. Los flashes de las cámaras me ciegan, los micrófonos se amontonan en mi cara y los periodistas ni siquiera me dejan caminar. Esto es lo más parecido al infierno.

- O despejan la entrada de los Juzgados o tendremos que pedirles que se vayan. Interfieren en nuestro trabajo -alza la voz uno de los policías que se encuentran allí.

Rápidamente la prensa se aleja y me deja entrar. Supongo que vale más una imagen caminando que no tener absolutamente nada. Le agradezco al agente su intervención y pasamos por el detector de metales. Veo a mi abogado en el pasillo y me acerco a él para saber algo. Me da igual lo que me diga, pero necesito que me cuente algo de lo que pasa.

- El señor Kent ya está en la sala para que no os crucéis por los pasillos. El juez solo te dejará entrar para que des tu testimonio y, si quieres retirarte, lo podrás hacer en cuanto acabes tu intervención. No es necesario que permanezcas en la sala ni en el edificio más tiempo. Además, he pedido que metan vuestro coche en el garaje para que os vayáis sin que la prensa te atosigue.

- Gracias.

Después de esa pequeña conversación todo se vuelve difuso. Veo a gente ir y venir por el pasillo, los chicos hablan y preguntan cosas de las que ni me entero y, cuando todo empieza, les pido que entren y me dejen sola. Ellos lo hacen no muy convencidos de lo que pueda hacer, pero tengo a uno de los alguaciles muy pendiente de mí. Sabe lo que se está juzgando en la sala y sabe quien soy. Supongo que están acostumbrados a este tipo de situaciones.

Han pasado muchos minutos cuando oigo la voz del hombre que me indica que puedo entrar en la sala. Lo miro, me mira, le pido ayuda y él, sin poder hacer nada, me pide perdón. No estoy preparara. No quiero hacerlo. No cuando ellos me van a escuchar.

- Puede comenzar con la narración de los hechos -y me tomo las palabras del juez como una orden y empiezo a hablar.

- Ese día había terminado mi trabajo en el box y me fui a mi motorhome para descansar y esperar a mi marido. Cuando llegué, se me cayó una de mis muñequeras por debajo del motorhome y, al mirar por debajo, vi que se había quedado en el suelo en el espacio entre dos tráileres. Me acerqué y, cuando me agaché para cogerla, Danny Kent me agarró por la espalda y me tiró al suelo -cojo aire-. Intenté escapar, pero agarró más fuerte y, cuando me dio la vuelta, me besó para callar mis gritos. La gente pasaba a pocos metros de nosotros y no nos notaban. No existíamos. Cuando me di cuenta de que no podía hacer nada, me eché a llorar y él aprovechó para desnudarme. Sus manos tocaron todo mi cuerpo. Pellizcó mis pezones hasta que se endurecieron. Me hizo chupar dos de sus dedos antes de meterlos en mi vagina. Dolía, se lo dije y no paró. Las lágrimas ya no me dejaban ver con claridad y lo siguiente que sentí fue su pene en mi boca -empiezo a llorar-. Me obligó a chupar, durante muchos minutos, su miembro hasta que pensó que estaba lo suficientemente lubricado para penetrarme. Ni se lo pensó. Me metió el pene en la vagina y entraba y salía de mí rápidamente. Le daba igual que le pidiera que parase, que llorara, que me doliera... Sólo pensaba en él. Lo siguiente que recuerdo es ver a mi marido mirándome e intentando que hablase.

En cuanto el juez me dice que puedo irme si quiero lo hago. No tengo fuerzas para escuchar a nadie más. Marc y los chicos salen detrás de mí.

- Siéntate hermanita. Estás temblando -me pide Alex.

Hago lo que me dice Alex y Marc se sienta a mi lado. No ha dicho nada desde que salimos.

- Nunca has dicho nada -empieza-. ¿Por qué?

- No quería daros lástima. Las cosas pasaron y nadie podría haber hecho que no hubiese pasado. No quería que sufrierais por mí.

Nadie más dice nada. En cuanto me recupero, nos levantamos y vamos al coche. Desde la ventanilla, veo como la prensa se agolpa en la entrada esperándome. Ya no me van a perseguir más si todo sale como espera mi abogado.

- Todo ha terminado mi amor -me dice Marc por la tarde después de hablar con el abogado.

- ¿Todo?

- Kent condenado y los medios tienen prohibido hablar del tema. Todo lo que pedíamos nos lo han concedido.

Ese día por fin duermo como hace tiempo no lo hacía. Abrazada a mi marido y con la tranquilidad de haber terminado con esta historia.

Una vida en conjunto (EJDP2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora