4. El primer contacto

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Feliz inicio de mes, chicxs 😉.

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Si había algo peor que pasar por una jornada de doble turno en en un estúpido restaurante de comida rápida para ganar un sueldo absurdo, atentendiendo a humanos absurdos, que tenían hijos aún más absurdos, mientras su absurda supervisora le miraba el trasero, era toparse con un desconocido que había sido enviado a buscarlo.

Probablemente saltar por encima del mostrador era lago bastante cobarde. Ni siquiera lo pensó, solo dejó que su cuerpo tomara la iniciativa y para cuando se dió cuenta ya estaba corriendo por el absurdo aparcamiento en busca de poner tanta distancia con aquel desconocido como fuera posible. Debió ser su instinto de supervivencia lo que le puso en marcha. Y a decir verdad era fascinante saber que tenía tal instinto. La famosa adrenalina rugiendo en su sistema ante la idea de huir.

Antes de ser convertido en un absurdo humano, Lucifer nunca tuvo que preocuparse por intentar sobrevivir o tener protegerse de cualquier peligro. Él era el peligro mismo. Era interesante estar del otro lado y experimentar la vulnerabilidad que la casi humanidad le otorgaba.

Con lo que no contaba, era con que el desconocido fuera incluso más rápido que él y logrará atraparlo. Una lástima para el desconocido que Samael le haya puesto una especie de alarma de peligro, así que el momento en que el tipo lo tomó del brazo, Sam se materializó a su lado y lo mandó a volar.

Ah, pobre idiota, iban a tener que despegarlo de la pared frontal del restaurante con una espátula… Excepto porque eso no sucedió. Fue como si un campo de fuerza invisible lo protegiera y lo hiciera rebotar contra la pared de manera suave hasta dejarlo sentado en el suelo.

—¿Cómo hiciste eso?— preguntó completamente sorprendido al verlo ileso.

El desconocido echó un vistazo sobre su hombro. Sus ojos del color de la miel yendo de él hacía Sam. Pero en lugar de responder, se soltó a reír casi de manera histérica.

—¿Cómo es que está ileso?— murmuró Samael— Es un humano.

—Oh.

Hubiera apostado por un demonio poseyendo el cuerpo de un humano. Era una suposición porque sin sus poderes no era capaz de asegurar si existía una pasesión como tal. Sin embargo eso quedó en segundo plano de momento, ya que pronto se dió cuenta de que los fisgones emepzaban a acercarse, preguntándose qué pasaba. En la puerta del restaurante, varios de sus compañeros de trabajo se agolpaban viendo lo que sucedía. Suspiró fastidiado.

—Oye Sam ¿Puedes deshacerte de los mirones?

—Por supuesto, señor— Samael no tuvo más que chaquear los dedos y una pequeña onda expansiva se desplegó por todo el aparcamiento yendo hacia el restaurante. Pronto las personas empezaron a dispersarse luciendo confundidos, como saliendo de un estado de aturdimiento.

Lucifer sonrió. Ellos olvidarían todo. Así que no había nada de que preocuparse. Se acercó hacia el desconocido con un poco de cautela.

—Hey tú— llamó su atención. El tipo giró el rostro en su dirección. Tenía los ojos bien abiertos, se veía un poco confundido. Como si tampoco creyera que estaba sano y salvo en lugar de estar estampado en la pared—. ¿Quién eres y qué quieres?

—Eres Lucifer— murmuró. Era como un niño deslumbrado— Ummm, no te ves tan malvado como esperaba. No es que quisiera ver cuernos o cola, ni patas de cabra, pero… ¿Por qué pareces un jodido ángel?

—Duh, porque los soy— Suspiró y rodó los ojos—. Bueno un ángel caído, pero ángel a fin de cuentas. ¿Quién mierda eres? Y te sugiero que me respondas porque tengo un Samael y no dudaré en usarlo.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora