16. Inicia la búsqueda

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Riuk Fletwood había trabajado para el gremio toda su vida. Desde que nació no había conocido nada más que el deber de servir a aquella organización. Al igual que muchos otros cazadores, para Flet servir al gremio de cazadores de lo sobrenatural era un honor que le fue otorgado a su linaje de generación en generación por ambos lados de su familia. 

Su madre había nacido en Japón dentro de la familia Hanji. una de las familias más influyentes dentro del gremio en todo Asia. Eran conocidos por su estricta disciplina, su honor, su búsqueda de la justicia. Los miembros de dicha familia eran entrenados para ser los cazadores perfectos, fríos, inteligentes, ingeniosos y diestros en un sin fin de habilidades no solo defensivas, sino también intelectuales. Un Hanji debía estar a la altura de su apellido y no se toleraba nada menos que eso.

Al cumplir los veinte años su madre formó parte de un programa de intercambio entre naciones, para que las generaciones más jóvenes de cazadores pudieran compartir conocimientos y aprender nuevas técnicas que luego llevarían de vuelta a su país de origen. Era un intercambio cultural que pretendía estrechar lazos y demostrar que los cazadores no estaban separados por sus nacionalidades ya que todos servían a la misma causa: mantener a la humanidad tan a salvo como fuera posible.

Su madre fue enviada a una sede del gremio en la ciudad de Nueva York. Fue ahí donde conoció a Yves Fletwood, segundo hijo de una de las familias de cazadores más influyentes de ese país y de esa ciudad. Cómo no podía ser de otra manera se enamoraron aún sabiendo que sus familias podían no estar de acuerdo. Sin embargo el gremio que buscaba unir fronteras entre todas las naciones apoyó su relación y contra eso los Fletwood y los Hanji no podían luchar por mucho que les retorciera las entrañas. Fue así como  tres años después se casaron y dos años después de la boda, Riuk Fletwood llegó al mundo convirtiéndose en el primogénito de una alianza entre familias.

La presión estuvo sobre sus hombros desde que nació. Todo el tiempo a prueba bajo los ojos de sus padres, tíos y abuelos. Debía demostrar que sus padres no cometieron un error al desafiar sus tradiciones. Así que toda su vida Riuk etuvo sometido a una gran disciplina, siempre buscando ser el mejor. Escaló posiciones como un cazador nato, con habilidades admirables. Mente ágil, nervios de acero y la ambición suficiente para soportar las espectativas que lo rodeaban. Fue así como logró convertirse en el líder del equipo de cazadores de élite más exitoso en todo el continente. Y puede que en el resto del mundo también.

Pero no iba a ser un tonto arrogante, sabía que su éxito se debía en su mayoría a que tuvo la suerte de tener en sus filas a Nashville Phoenix, uno de los cazadores más excepcionales y peculiares que existían. Un cazador capaz de ver el mundo sobrenatural sin esfuerzo. Era una habilidad con la que al parecer había nacido. Para bien o para mal.

En todos los años que Riuk llevaba formando parte del gremio, jamás había conocido a nadie como Nash, alguien que seguiría órdenes (casi siempre) sin techistar, pero que dejaría un pedazo de su alma en cada misión. Y de cierto modo eso era desolador. Riuk Fletwood no se consideraba un hombre compasivo o sentimental, pero incluso si su corazón estaba endurecido por el trabajo al que de dedicaba… le hizo sentir culpable recibir a Nash en sus filas y verlo apagarse cada vez más. Y es que no era un cambio tan notorio, sino algo tan gradual y casi imperceptible que era aún más desgarrador.

Vio por primera vez a Nash cuando el chico tenía dieciséis años y se graduó como cazador. En esa ceremonia se enteró de una verdad que casi nadie en el gremio sabía: Nashville Phoenix era el hijo adoptivo de Armand Stone, el director de todo el gremio. Armand era un hombre tan, pero tan ambicioso y despiadado que se había hecho con el puesto de director a una edad muy joven. Los vintiocho años era una edad temprana para estar a cargo de una organización mundial que requeria de mucha atención; Armand Stone logró guiar el gremio con mano de hierro, lo que se traducía a que todos debían de esforzarse al máximo.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora