34. Una cosa a la vez

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Lean la nota al final!

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Miguel se pellizcó el puente de la nariz de nuevo viendo el cuerpo inconsciente de su hermano. Justo luego de que Nashville se fuera persiguiendo a su ridículo novio hasta el infierno, las alas de Gabe habían desaparecido y cayó al suelo desmayado. Eso por supuesto lo había asustado tanto como a Colleen, así que lo único que se les ocurrió hacer fue llevarlo a la sala y acostarlo en uno de los sofás más grandes. En eso estaban cuando había aparecido Azazel.

—¿Gabriel tenía alas de nuevo?— preguntó Azazel con incredulidad—. Se supone que era un humano. Ya no tiene núcleo divino para alimentar una parte angelical.

—Se supone— Colleen se paseó al otro lado de la mesita de centro frotando su frente con  preocupación. Debía estarse preguntando cómo estaba Nashville, si Lucifer lo estaba tratando bien—. Y no solo eso, sus ojos también.

—¿Qué hay con sus ojos?

—Eran casi como los de Nash— respondió Miguel sin dejar de ver el rostro de su hermano—. Uno de ellos dorado y el otro de un violeta iridescente. En el interior de sus alas también tenía algunas plumas en esos tonos.

Ni siquiera sabía cómo fue posible que Gabriel volviera a tener alas. Padre había dicho que no sucedería, que ni siquiera él podía devolver la divinidad a su hermano. Y sin embargo, lo vio con sus propios ojos, la manera en que las alas brotaron de su espalda y el color inusual en sus ojos. Pero más allá de eso lo que más le inquietaba era el aparente vínculo que compartía con Nashville. Se le ocurría una posibilidad, pero la peculiaridad del asunto era tan grande que no se atrevía a decir sus conjeturas en voz alta.

—Esto es tan extraño— Azazel se cruzó de brazos recostándose contra la pared a un lado de la entrada en la sala. Su ceño estaba fruncido—. Esto probablemente tenga que ver con la manera en que Gabe y Bas parecen estar sincronizados. ¿Recuerdas lo que pasó ayer durante el entrenamiento de lucha que tuve con ellos, Miguel?

El arcángel asintió. Por supuesto que lo recordaba. Jamás había visto nada igual, bueno no cuando de humanos se trataba. Lo había visto en ángeles y no en todos, sino en una clase en específico. Los serafines.

Todo el mundo creía que los arcángeles eran los ángeles guerreros más poderosos del cielo y en escencia lo eran. Porque estaban directamente al servicio de Padre, eran como su guardia personal. Los arcángeles estaban en contacto directo con él,  pero no era los encargados de proteger todo el cielo. Los arcángeles estaban más enfocados en velar por el bienestar de padre y el circulo más cercano a él, así como mantener cierto control de seguridad en otros planos existenciales.  Pero en realidad, los verdaderos guerreros, los que habían sido creados exlusivamente solo para luchar,  para ser  efectivos solo en batalla, esos eran los serafines.

La mejor definición para los serafines era: súper soldados divinos. Existían, habitaban el cielo, pero hasta dónde Miguel sabía nunca habían sido enviados a una batalla real. Serían enviados hasta que el apocalipsis por fin ocurriera, porque fueron creados para destruir, para purificar. Los serafines eran ángeles, pero también juzgaban y condenaban a quienes consideraban transgresores de las leyes universales y la paz. De por sí los ángeles tenían una brújula moral un tanto demasiado literal. Era más fácil dividir las cosas en buenas y malas, sin puntos grises de peor medio, pero la mayoría de  ángeles en el cielo  aún eran capaces de hacer conseciones. Los serafines no. Para ellos lo bueno era bueno, lo malo era malo, sin punto medio.

Incluso en el cielo eran un poco temidos. Guerreros inatos, que podían llegar a ser extremadamente sanguinarios si eso era lo que se necesitaba de ellos. Y Miguel, al igual que todos los arcángeles, había tenido la oportunidad de recibir entrenamiento con los serafines.  Miguel quedó fascinado y horrorizado a partes iguales. Para empezar los serafines fueron creados en parejas, como una dupla, las dos caras de una moneda. En teoría al momento de una batalla cada dupla sería capaz de luchar como uno solo, con movimientos sincronizados, como un baile bien estructurado; y Miguel fue testigo de ello, de cuan bella era su forma de luchar y de lo letal que sería para los enemigos que alguna vez tuvieran que enfrentarse a ellos.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora