36. Como Terminator

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Cuando Nash abrió los ojos se dio cuenta de tres cosas al mismo tiempo. La primera, que estaba en su habitación, tendido en su cama. La segunda, que Gabriel estaba acostado a su lado, abrazándolo como si fuera un oso de peluche. Y la tercera -la que más le llamó la atención- fue que Lucifer estaba sentado en la silla de su escritorio, la cuál había acercado a un costado de la cama; el señor de la oscuridad tenía los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el pecho.

Parpadeó un par de veces mientras la consciencia terminaba de filtrarse en su cerebro. Y entonces se tensó, porque Lucifer estaba ahí Gabriel también. Hizo una mueca. Desde todo el altercado de los celos días atrás, las cosas habían estado extrañas en ese aspecto. Lo que se traducía a qué Lucifer se mantenía alejado por las noches, para evitar ser testigo de que Nash y Gabriel seguían compartiendo la cama. Habían tratado de no hacerlo, de quedarse casa uno en su habitación, pero entonces la pesadillas volvieron con toda su fuerza. Nash incluso había terminado de rodilla frente al baño vomitando su cena porque la pesadilla había sido especialmente desagradable.

Así que hasta no econtrar una solución definitiva, decidieron que Nash y Gabriel debían permanecer juntos por la noche. Por supuesto que eso hacía que el chico se sintiera culpable. No estaba engañando a su novio per se, pero sabía que para Lucifer era todo un desafío no reaccionar de mala manera a la situación. Seguía estando furioso al saber que su novio compartía la cama con otro hombre, pero no intentó prohibirlo y tampoco se puso violento de nuevo.

Nash quería que la situación se aclarara, que tuvieran respuestas y soluciones para evitar seguir envueltos en ese extraño ambiente. Lo más frustrante es que las cosas en lugar de mejorar se volvían más extrañas y ya no sabía cuánto más de eso podía soportar.

Estiró una mano alcanzando uno de los brazos de Lucifer. El señor de la oscuridad sonrió escuetamente sin abrir los ojos y Nash quería levantarse y subirse a su regazo, pero se sentía un tanto aletargado. Odiaba perder el conocimiento, se sentía torpe cuando volvía en sí.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Lucifer abriendo los ojos por fin. Descruzó los brazos y tomó la mano de Nash.

—Como la mierda.

—Sí, te ves un poco así.

—Oye. Se supone que debes hacerme sentir mejor, no masacrar mi autoestima— se quejó con una sonrisa. Fue su turno de cerrar los ojos cuando un cosquilleo conocido se desplazó por su mano, por su brazo y hacia el resto de su cuerpo. La energía oscura de Lucifer filtrándose en su sistema, aliviando un poco del letargo, haciéndolo sentir bien.

Detrás de él Gabriel soltó un murmullo inconforme antes de separarse y girar hacia el otro lado de la cama, dándole la espalda. Seguía durmiendo. Lucifer arqueó una ceja y luego sonrió como el ser malvado que era.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora