29. ¿Bambi?

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Varias semanas después...

—¿M-mi señor?

Lucifer gruñó cuando la puerta de su oficina se abrió y el demonio con el que tenía audiencia en ese momento, entró. Era uno esos patéticos tipos rastreros que agacharía la cabeza en su presencia y le lamería los zapatos si se lo ordenaba, pero que cuando estaba lejos  no dudaría en jactarse sobre como se enfrentó a Lucifer y ni siquiera parpadeó ante él. Bah, una escoria cobarde y patética como muchas otras. Normalmente le causaban gracia los demonios así, pero desde hace semanas que Lucifer no estaba de ánimos para nada de esa mierda.

Su paciencia era inexistente.

—Entra de una vez— dijo con impaciencia sin dejar de revisar la pantalla que tenía frente a él —.  Y sé breve al hablar que no tengo tiempo para perderlo en nimiedades.

—Eh, sí, mi señor. Sé que está ocupado y no pasaría a robar el tiempo de mi eminencia para hablar tonterías. Por supuesto que no— balbuceó. El señor de la oscuridad soltó un pesado suspiro que hizo saltar al demonio.

—¿Qué parte de no pierdas mi tiempo no entendiste?— siseó con tono peligroso. Sus ojos encendiéndose en ese tono abrazador que hacía temblar a la mayoría de demonios.

—L-lo siento. Yo solo…

—¡Habla de una puta vez! ¡¿Qué carajo quieres?!

—¡Es sobre los ghouls!— gritó el demonio. Tenía una piel roja, como un maldito tómate. Y sus ojos eran de un ligero color violeta. Lo que solo puso de peor humor.

Ni siquiera era el mismo violeta que a veces habitaba en los ojos de cierto humano maldito en el que no quería pensar. Pero de cualquier manera, esos últimos días cualquier cosa era un desencadenante de su furia. Para no ir tan lejos, el otro día había estado en el plano existencial humano cuando vio a un mujer con pecas. Se puso tan furioso por eso, sin explicación, que la hizo desaparecer en el acto. Puf, convertida en polvo y todo porque no soportaba la idea de ver pecas. ¿Que sería lo siguiente, incinerar a un bebé a causa de sus hoyuelos? Ugh, sí, tenía más autocontrol que eso, no sabía por qué de pronto estaba tan jodidamente molesto por todo.

Bueno, sí, sabía pero no quería pensar en ello.

—¿Qué pasa con los ghouls?

—Se reporta un incremento desmedido de esas criaturas en en Europa, Rumania para ser exactos.

Por supuesto que Rumania. Parecía cliché pero era como si las criaturas sobrenaturales fueran atraídas por ese lugar. Aunque los ghouls no eran capaces de reproducirse. No eran totalmente zombies pero si que comían carne, se creaban a través de rituales oscuros. Magia negra. El tipo de magia que los humanos no podían conseguir por su cuenta, entonces esto se trataba de algo más, tenía que ser. Entrecerró los ojos.

—¿Quién fue?

—Una banda de demonios menores. Ya sabe, jóvenes anarquistas más que nada. Seguidores de Belial...— terminó el demonio bajando la voz.

Otro suspiro dejó la boca de Lucifer. En mayor medida luego de volver al infierno, ya con su energía renovada y con la oscuridad libre, no tuvo demasiados problemas en tomar su lugar como rey del infierno. Pero no todo era miel sobre putas hojuelas, porque una rebelión no inicia y no acaba sin dejar consecuencias. Belial había intentado desestabilizar el infierno poniendo a los demonios, caídos y demás seres oscuros, en contra de Lucifer. Logró llegar a muchos de ellos y no importaba si el maldito Belial estaba encerrado en una diminuta celda en el noveno círculo del infierno, aún así fue capaz de sembrar la semilla de la discordia.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora