47. Hola, hola, soy yo

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Jamás en toda su existencia se había sentido tan jodidamente mal

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Jamás en toda su existencia se había sentido tan jodidamente mal. Ni siquiera luego de su gran rebelión en el cielo. Le dolía todo el cuerpo, cada músculo, cada terminación nerviosa pulsaba como un cable expuesto que de retorcía ante el más mínimo movimiento. Hasta dar un pequeño paso se sentía como un gran esfuerzo. Se negó a mostrar su malestar. O al menos lo intento porque incluso si su orgullo era demasiado grande, era imposible no quedar en evidencia. No cuando Elyon prácticamente lo estaba cargando por el pasillo y las escaleras, llevando la mayor parte del peso de Lucifer.

Endureció la mandíbula, conteniendo sus jadeos a causa del esfuerzo.

—¿Puedes dejar este recinto?— preguntó Elyon con un tono bajo y suave—. Creo que sería más fácil tratar de eliminar la marca de restricción si salimos de aquí. Entonces tendríamos más oportunidades de escapar cuando noten nuestra presencia.

—Puedo salir. Lo que no puedo abandonar es el Purgatorio— murmuró con un encogimiento de hombros. Se guardó para si mismo de dónde había sacado la certeza de que podía abandonar aquel recinto.

Abadon tenía una afición por soltarlo en la espesura de los  bosques que rodeaban aquel lugar, luego lo perseguía como si fuera una presa. En más de una ocasión habían terminado enfrascados en una lucha en el suelo, con Lucifer usando sus uñas y dientes para tratar de defenderse. El resultado Siempre era el mismo sin importar cuánto se resistiera. Y no quería pensar en ese resultado porque lo hacía sentir asqueado de si mismo. Todo ese orgullo del que tanto se jactaba, estaba pulverizado. Abadon lo había destrozado una y otra vez, sin perder la sonrisa, sin esconder el deleite que le provocaba.

No importaba si Lucifer seguía siendo un arcángel caido, no importaba que una vez haya sido el rey del infierno. Sin la oscuridad se sentía desnudo, vulnerable y todo aquello que antes había sido fácil, ahora le costaba demasiado.

Pero no se arrepentía. En lo absoluto. El solo hecho de saber que ahora Nashville portaba su corona, que estaba a salvo, hacía que cada cosa que había tenido que soportar durante su estancia en el purgatorio valiera la pena. Sabía que afuera, el tiempo no había avanzado demasiado, un par de días a lo sumo. En aquel plano existencial, sin embargo, habían pasado semanas. Cada una peor que la anterior.

Y estaba cerca de ser libre. Al menos quería creer que así era. Porque de lo contrario era solo un juego de de su mente haciéndole creer que tenía una oportunidad de volver a encontrarse con Bambi. Carajo, se moría por verlo, por presenciar cuan absolutamente maravilloso era como rey del infierno. Ah, su Bambi debía estar enloqueciendo y estaba seguro de que le gritaría hasta la saciedad cuando se reencontraran.

«Eso si  es real y en verdad logras salir de aquí. Hasta dónde sabes, solo es cosa de tu imaginación», dijo una voz burlona en su cabeza. Una voz que había surgido luego de sus primeros días como prisionero. No se parecía en nada a las voz susurrante que pertencía a la oscuridad. En cambio era cruel, desdeñosa y solo salía a flote para recordarle el frascaso en el que se había convertido.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora