Extra 4: Daen (2)

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Inhaló con fuerza, sintiéndose en paz cuando la energía de su padre se enroscó sobre la suya, como si estuviera abrazándolo

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Inhaló con fuerza, sintiéndose en paz cuando la energía de su padre se enroscó sobre la suya, como si estuviera abrazándolo. Le gustaba demasiado la sensación, era mejor de lo que había podido imaginar. Parte de su pequeño ser  no podía creer que su padre en verdad estuviera ahí. Ya no tenía que preguntarse cómo se llamaba o cómo era o si en verdad no lo quería como su madre le había dicho.

Samael era genial. Y Daen lo quería mucho.

Estaba un poco confundido porque hasta hace un par de días cuando despertó en una habitación extraña, Daen no sabía lo que se sentía tener un padre. Así que no tenía idea de que podía llegar a quererlo mucho. Ahora que conocía a Sam, solos sabía que su corazón se sentía tan grande dentro de su pecho, como si pudiera escapar de ahí.

Con un poco de duda tomó la energía de Sam y la absorbió, temeroso de que eso le molestara. Al menos a su madre no le gustaba que tomara su energía. Solía enfadarse mucho cuando debía darle aunque sea un poco, porque sabía que Daen la necesitaba para crecer. Entonces sí, esperaba que Samael se enfadara también; en cambio su padre sonrió y liberó un poco más de su energía dejado que tomara cuanto quisiera. Eso se sintió aún mejor, porque por fin era como estar completo. La energía de su padre calmaba algo en su interior, algo parecido al dolor. Algo con lo que había convivido desde que tenía uso de razón.

Cuando tuvo suficiente soltó un suspiro satisfecho.

—Gracias.

—No agradezcas— Sam le acarició la mejilla y Daen no pudo evitar inclinarse en su toque—. Eres mi hijo, haría lo que fuera por ti.

—¿De verdad? ¿Por que me quieres?— se encogió un poco por dentro, no quería sonar tan necesitado—. Lo siento.

Soltó un grito de sorpresa cuando Sam lo levantó del suelo, abrazándolo con suavidad, pero con firmeza.  Una oleada de calma lo inundó y no pudo evitar relajarse, cerrando los ojos con su barbilla apoyada en el hombro de su padre. Él olía bien, como algo familiar. Olía como el hogar.

—No te disculpes. Y sí, te quiero. Pero no solo eso, yo te amo Daen.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Era el alivio de saber que su mamá había mentido. Era alivio de saber que su padre si lo amaba, sin importar que apenas lo conocía.

—¿Y me amarás siempre, aunque sea un demonio?

—Te amo porque eres mi hijo, sin importar que seas un demonio. Yo soy un ángel caído— dijo con una risita—. ¿Me quieres menos porque no vivo en el cielo?

—¡Por supuesto que no!

—Pues ahí lo tienes. Es lo mismo para mi— recibió un beso en la cabeza—. ¿Ahora qué te parece si vamos a dar una vuelta? Podría enseñarte a usar tus poderes para transportarte de un lado a otro.

—Sí, eso me gustaría mucho. Pero hay que llevar a Levi y Ares o se pondrán tristes.

—De acuerdo.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora