13. Furia

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Lo único bueno de tener a dos arcángeles apareciendo de la nada fue que los demonios de Belial, al ser unos cobardes, corrieron como cucarachas. En cuestión de segundos se dispersaron dejando atrás solo a los pocos humanos con vida y una cantidad considerable de cadáveres.

Al ver cómo su pequeño ejército se dispersaba, Saeli también huyó. Ella seguro correría a lloriquear a los pies de Belial. Bien, eso sería jodidamente agradable. Apostaba a qué daría justo en el orgullo del maldito señor de la arrogancia. Se sentiría frustrado al saber que estuvo tan cerca, pero que eso no fue suficiente, porque Lucifer seguía con vida...o al menos lo bastante vivo.

—Ah, no. No escaparás— gruñó Gabriel moviéndose como el jodido flash.

En un milisegundo estaba al otro lado de la enorme bodega, con un Daen tendido en el suelo sobre su estómago. Una de las elegantes botas de Gabriel estaba sobre la espalda del demonio. Luego con un movimiento rápido de su mano le colocó un par de grilletes. No eran del todo iguales a los de Lucifer, debían ser menos poderosos.

—¿Pero qué…?— los ojos de Daen se abrieron ampliamente con incredulidad. —¿Qué me hiciste, maldita rata con alas?

—Pequeño bastardo— Gabriel se rió con desdén — dile adiós a tus poderes.

Daen fue lo suficientemente tonto como para querer atacar. Los grilletes parpadearon un par de veces y entonces el demonio gritó y se retorció en el suelo en cuanto sus poderes fueron restringidos de la manera más dolorosa posible. Lucifer como el ser malicioso que era se rió, encontrando entretenido el sufrimiento ajeno. A eso se le llamaba karma.

Su alegría duró poco cuando la escasa energía que le quedaba se desvaneció y terminó recostándose en el suelo de nuevo con un gemido. Se sentía completamente drenado.

—¡Mi señor!— Sam cayó de rodillas junto a él. Su rostro contraído por la preocupación y la culpa— Lamento mucho haberlo dejado. Pero Belial estaba causando tantos problemas en la central de almas…

—Hey. Lo entiendo, Sam. Todo bien, solo necesito recuperar...—no pudo terminar porque otra oleada de náuseas lo hizo girar sobre su costado. Ya no había nada en su estómago así que solo fueron arcadas molestas y dolorosas . Mierda.

—¡Haz jodidamente algo, Miguel!— la exigencia de Sam estaba llena de rabia.

Para su sorpresa Miguel no protestó, simplemente se arrodilló al lado de Lucifer poniendo una mano en su frente, tratando de ayudarlo a recuperarse. No debió salir tan bien como esperaba porque frunció el ceño, sus ojos grises llenándose de preocupación y desconcierto.

—Casi drenaste toda tu energía vital— murmuró él arcángel— eso fue bastante peligroso. Pudiste haber muerto, que es lo que debías evitar a toda costa.

—Sí, bueno ¿entonces estás diciendo que debí dejar morir al chico?

—No, por supuesto que no. Pero de todos los presentes, no creí que fueras tú quién intentara salvarlo.

—Tengo mis razones. Y son totalmente egoístas— se rió con burla. Aunque por dentro se preguntaba si saciar su curiosidad era excusa suficiente para casi haber muerto solo por salvar al exasperante Nash. Bueno, no es que alguna vez hubiera actuado de la manera que se esperaba ¿Cierto? —Como sea. Supongo que no voy a morir.

—No lo harás— Gabriel se acercó de nuevo arrastrando con el a Daen, quién fulminaba a todos con esos ojos oscuros de demonio. Sus labios firmemente cerrados. Apostaba a qué Gabe le había cerrado la boca con sus poderes. Tanto silencio no era normal —. Pero tu energía tardará en normalizarse. Debes descansar.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora