24. Confrontación

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Mientras Lucifer, Nash y sus aliados en el interior se movilizaban con la idea de enfrentar a Stone y ganar, afuera la situación no era más alentadora. Azazel estaba perdiendo la paciencia con cada minuto que pasaba. Llevaba una larga existencia, milenios enteros, y sin embargo todo ese tiempo palidecia ante la frustración y la desesperación que lo embargaba al no poder llegar hasta su hijo. Saber que estaba dentro de aquellas instalaciones, mientras él se encontraba afuera sin poder hacer nada para ayudarlo...eso era un golpe duro. No sabía cuánto tiempo más resistiría nadando en la incertidumbre. Quería gritar, quería destruir todo el maldito lugar. Excepto que no podía.

Miguel y Gabriel también se veían frustrados porque ni siquiera ellos con sus presencias angelicales eran capaces de hacer algo contra las restricciones que protegían las instalaciones del gremio de cazadores. El lugar parecía un maldito búnker impenetrable. Prueba de ello era Baphomet, que se había sentado en el suelo con una cantidad insana de libros esparcidos a su alrededor. Algunos flotando cerca de su cabeza, sus ojos moviéndose a toda velocidad mientras  buscaba la manera de traspasar las barreras. Esos curiosos ojos de color verde estaban entornados y sus orejas se agitaban de vez en cuando, en especial cuando resoplaba al toparse con un callejón sin salida.

—¿Aún nada?— preguntó tratando de sonar lo más suave posible. Después de todo ella no tenía la culpa de la situación.

—No, lo siento. Esto...— se llevó una mano a la cabeza frotando uno de sus cuernos en una especie de tic nervioso—, no tiene mucho sentido. Jamás había visto este tipo de protecciones. Es como si se transformará cada cierto tiempo.

Sam que se había mantenido en silencio, se acercó un poco más al escuchar aquello.

—¿A qué te refieres?— preguntó el ángel de la muerte.

—A que es como si la barrera de protección fuera un  lenguaje de programación de esos que han inventado los humanos. Pero a la vez parece autónomo. Cada que trato de atravesarlo, cambia. Su configuración sufre una variación y se vuelve más difícil de evadir. Los símbolos se reescriben y me empujan de nuevo al principio. Lo he intentado de diferentes maneras, usando cada método que conozco, pero no puedo traspasarlo. Lo siento— eso último lo dijo viendo a Azazel con algo de culpa.

—¿Y ahora qué?— sintió que todo su interior se volvía helado. Su hijo estaba ahí prácticamente indefenso.

Bueno, tenía a Lucifer, también a Kia, Brogan y a Daen, porque sí, ya se habían dado cuenta de que los tres chiflados seguro entraron al gremio antes de que la protecciones se alzaran, eso o habían sido capturados. El punto es que incluso si ellos estaban con Basil en aquel momento, nada aseguraba que pudieran mantenerlo a salvo. Para empezar, Lucifer era prácticamente inútil en aquel momento, sin sus poderes…¿qué podría hacer para defenderse y encima para defender a Basil? No quería ser pesimista, pero tampoco podía permitirse ser demasiado optimista, porque las cosas podían salir realmente mal con suma facilidad.

En ese momento giró y le dio a Gabriel una mirada llena de rabia. Tentado a llegar a él y arrancarle su maldita divinidad de tajo, porque fue su culpa. De no haber intentado castigar a Lucifer entonces toda esa mierda de problema no existiría y...la rabia de Azazel se enfrió, porque en el fondo sabía que de no haber sido por ese absurdo problema, tal vez nunca habría encontrado a su hijo. Porque lo que sea que Stone hizo para proteger la existencia de Nash, lo volvió imposible de rastrear. Probablemente el chico hubiera muerto y Azazel nunca lo habría visto de nuevo.

No pudo soportarlo más, calló de rodillas con el corazón hecho pedazos. ¿Cómo era posible que las cosas salieran tan mal? ¿Acaso era su castigo por haber sido ingenuo y creer que podía tener algo tan mundano como una familia? ¿Era su castigo por alguna vez creer que sería un buen padre? Lágrimas de dolor e impotencia se delizaron por su rostro. No era justo, joder. No lo era. Amaba a su hijo, lo amaba con todo lo que tenía y desde que aceptó su existencia, desde que empezó a emocionarse con su llegada y desde que lo vió por primera vez, lo único que había querido es que estuviera a salvo. Ahora Basil estaba en un peligro mortal y el no parecía ser capaz de hacer jodidamente nada al respecto; todo su supuesto poder, toda su grandeza como príncipe del infierno, no tenía nada de valor o importancia cuando eran insuficientes para mantener a salvo a su hijo.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora