7. Su naturaleza malvada

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Al otro lado del mundo, en una tranquila y soleada playa, un demonio se materializó junto a una tumbona en la que descansaba nada más nada menos que el señor de la arrogancia, Belial. El caído ni siquiera se inmutó ante la repentina presencia. Sus ojos estaban cerrados bajo las gafas de sol y su brazos detrás de su cabeza a modo de almohada.

Su piel tenía un bronceado encantador, pero poco tenía que ver con su tiempo debajo del sol. Bastaba con chasquear los dedos para que su apariencia fuera nada más que perfecta. Por lo tanto no era de extrañar su buen aspecto, su cuerpo atlético que era capaz de seducir a cualquiera. Su apariencia era la de un hombre de cuarenta y tantos años . Su físico era excepcional. Su personalidad, no tanto.

—Espero que vengas para dar buenas noticias. ¿Lucifer ya está atado y amordazado en uno de los fosos del infierno?

—Uh, no, mi señor.— El demonio se encogió ligeramente esperando por el castigo que vendría. Sin embargo Belial se limitó a suspirar sin variar su postura.

—¿Entonces qué haces aquí? ¿Acaso vienes para recibir un castigo por voluntad propia? Porque estoy más que dispuesto a dártelo. Tal vez con eso aprendas a ser más eficiente.

—Señor...— El demonio tragó en seco tratando de empujar lejos los recuerdos de todos esos castigos a los que había sido sometido. El último fue solo hacía unas horas atrás cuando había dejado aquella maldita ciudad cerca de Iowa para informar que encontró a Lucifer. Solo para que al llegar a dicha ciudad en compañía de Belial, el maldito Lucifer ya no estuviera ahí. Pudieron haberlo perseguido, pero Su señor no se rebajaría a cazar él mismo a Lucifer. Sería rebajarse demasiado —. Aún no puedo entregarle a ese bastardo, pero tengo noticias, por parte de quienes fueron a buscarlo hoy, encontraron a Lucifer en un motel en el este. Pero sigue en compañía del humano, el cazador. Es muy extraño porque ese humano es intocable.

—¿Intocable? Bah, eso es imposible. Los humanos son frágiles y fáciles de destruir. Así que no vengas a darme tus excusas baratas solo porque no puedes hacer bien tu maldito trabajo.

—¡No le miento!— el demonio cayó de rodillas en la arena. Sus ojos completamente negros llenándose de pánico. —Parece tener algún tipo de protección. Ni yo, ni los demás podemos dañarlo. Nos repele. Apenas si podemos tocarlo antes de que nos haga daño. Y también está el hecho de que sabe que estamos ahí incluso antes de vernos. No había estado seguro ayer, pero quienes lo enfrentaron hoy dijeron que estaba preparado para pelear incluso antes de que se mostraran ante él...

—Hmmm— Belial se sentó dejando que sus pies se hundieran en la arena e incluso movió los dedos, como si realmente disfrutará hacerlo. — Probablemente Lucifer le haya dado algún tipo de beneficio. No me sorprendería, ha probado ser bastante estúpido e inconsciente en el pasado.

—En realidad parece que Lucifer no está bien.

—¿Cómo?— El señor de la arrogancia se quitó las gafas y observó a su sirviente con unos ojos de un gris acerado que parecían traspasar su retorcida alma. Estuvo a nada de estremecerse ante el peso de su juicio. —Explícate, ahora.

—Se defendió con un arma humana. E incluso parecía sentir dolor. Al parecer por alguna razón no tiene sus poderes y ese humano cazador está actuando como si fuera un guardaespaldas.

Belial estuvo a punto de mandar a ese demonio de vuelta al infierno y castigarlo por decir estupideces. Pero entonces ¿No estaba Lucifer escondiéndose desde hacía meses? Porque sí, era usual que no estuviera en el infierno por largos periodos de tiempo, demsiado ocupado jugando por ahí, en lugar de actuar como el rey de la oscuridad que debería ser. Sin embargo está vez había estado fuera por meses y en silencio absoluto, al menos hasta hace una semanas cuando solo se comunicó para dejar en ridículo a Belial.  Nadie había sabido en dónde estaba exactamente. A todo eso había que sumarle que Samael había estado actuando extraño. Ocultando su ubicación y ya que para nadie era un secreto su lealtad hacía Lucifer, no era difícil asumir que sus desapariciones se debían a aquel que llamaba "su señor"

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora