Enmienda

407 29 9
                                    

Ya habían pasado tres días y Daniela no había sabido más nada de María José. El día del problema  la había llamado dos veces, con una separación de 2 horas entre una y otra llamada, sin tener ningún tipo de respuesta. Se resignó a esperar que la chica diera alguna señal de vida, pero al pasar esa cantidad de días y no saber nada, sentía que su desesperación aumentaba cada vez. Tampoco sabía nada de Raúl, que no había hecho ningún esfuerzo por llamarla.

Sentía que necesitaba hablar con su amigo, por lo que finalmente dio su brazo a torcer y le marco. Pero Raúl tampoco le respondió. Ahora nadie quiere hablar conmigo, pensó Daniela con tristeza, cuando su teléfono sonó haciéndola brincar del susto.

—Hasta que te dignas a hablar conmigo...
—¿Así es cómo quieres que hablemos después de 4 días, Daniela Calle?
—No... quiero seguir molesta contigo por no contarme lo que estabas planeando, pero necesito hablar con mi mejor amigo.
—Si quieres puedes hablarme de lo que te preocupa, yo te escucharé, te daré consejos que no tomarás en cuenta, y cuando vuelva a NY hablamos de todo lo demás, ¿te parece?.— le dijo su amigo con tono comprensivo.
—Ay Raúl, la embarré muy feo con María José...
—Daniela... ¿ahora que hiciste?.
—Es que estaba molesta contigo por no haberme contado, y ella me llamó de lo más emocionada para contarme que va a un viaje a Las Vegas, entonces se me cruzaron los cables, hice cortocircuito, se me mezcló con la rabia contigo y le dije que cuando me pensaba contar, y que toda la gente en mi vida no me contaba las cosas, palabras más, palabras menos—dijo Daniela con tono avergonzado—y no se nada de ella desde ese día, no contesto mis llamadas.
—Coño Daniela, ¿que hemos hablado de esa impulsividad? ¿Qué te ha dicho tu psicóloga un millón de veces?...
—En mi defensa, estaba traumatizada por el ataque que sufrí...—trato de defenderse Daniela.
—Sabes que la cagaste, deja de inventar excusas.
—No son excusas Raúl.
—Podías haber dejado tus arranques para cuando ya estuviese enamorada de ti, y no le quedara más que perdonarte, ahora rompiste la cronología. Y no sabes si ya querrá saber de ti o no.
—Rau...
—¿Qué quieres hacer?
—Saber de ella, volver a verla, hablar con ella.
—Entonces hazlo. Sigue la filosofía de vida de mi sobrina Gabriela:"si quieres subir sube", que si te pones a ver, es el mejor consejo que puedes seguir. ¿Quieres saber de ella? Escríbele.
—¿Y si no me contesta? ¿O me dice que no quiere saber de mi?.
—Continuas con tu vida, sabiendo que hiciste el esfuerzo por reconectar.

Daniela estuvo un buen rato con el teléfono en su mano, buscaba el número de la mujer, y se quedaba mirando la pantalla. ¿Qué tal si la llamo y no me contesta?, pensaba con nerviosismo. Bueno, si no me contesta, ella se lo pierde, seguía su mente maquinando. No, yo también me lo pierdo, seguía su cerebro enviándole señales que la volvían loca. Después de pasar quién sabe cuánto tiempo imaginando escenarios se dijo a sí misma: "Daniela, ármate de valor y asume tu cagadal, ya se verá que te va a responder. Cobarde no va a la guerra, como decía abuelo". Finalmente escribió el mensaje.

"Hola María José, espero que estés bien. Te debo una disculpa por lo qué pasó el otro día. Fui injusta contigo y siento que por eso te aleje de mi vida, y lo lamento mucho, espero me sepas disculpar".

Daniela tiró su celular en el sofá, y se dirigió a la cocina a hacer algo, abrió la nevera, sacó una Coca Cola Zero, la abrió, tomó un sorbo, miró por la ventana, abrió otra vez la nevera y ya estaba a punto de buscar una escoba y ponerse a limpiar cuando escuchó el sonido del celular. Corrió a agarrarlo y vio el mensaje de María José en la pantalla. Sentía que su corazón iba a explotar y sus manos temblaban.

María José
Hola hermosa, que gusto saber de ti. No quiero que te sientas así, por favor. Tenemos que hablar, pero no es nada de lo que estás imaginando.

Daniela
Hola... es que siento que eche todo a perder con mi impulsividad...

María José
No, no, no... nada se ha echado a perder. Te dije que quería tenerte en mi vida y eso no ha cambiado. Solo sentí que teníamos que darnos un poco de espacio.

Tan fuerte como la piedra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora