Retomar la rutina

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Todo estaba volviendo a su ritmo normal después del viaje a Santo Domingo, ya la piel de Daniela estaba sanando de las quemaduras, y estaba retomando todos sus proyectos del verano, sobre todo el curso que estaba dictando en el Centro Comunitario de Queens. Ella sabía que existía mucho talento en esos jóvenes, pero que muchas veces no tenían forma de mostrarlo, pues debían preocuparse por otras cosas, por su misma situación de vida.

Llegado  el día del inicio de las clases en el centro comunitario,Daniela se sentía a la vez nerviosa y emocionada, pues había puesto mucho esfuerzo en que todas las personas que asistieron a estas clases tuvieran la oportunidad de abrir sus ojos y sus mentes al arte y que pudieran buscar formas de desarrollar estas habilidades, si tenían  alguna, o simplemente poder disfrutar de la belleza que esta tenía.

Daniela llegó al centro comunitario una hora antes de que comenzaran las clases, y se dirigió a la oficina del director, un hombre joven, de unos 38 a 40 años, a quien conoció cuando empezó a colaborar con el centro durante la pandemia, pero con quien no había tenido contacto recientemente, debido a la agenda tan ocupada que llevaba con las últimas series en las que había participado.

–Buenos días Alex, ¿Cómo has estado?--le preguntó Daniela cuando apenas entró a su oficina.

–Hola Daniela, un gusto verte–contestó Alex mientras le tomaba la mano para saludarla–lista para enseñar arte a los jóvenes artistas del futuro?

–Si, muy preparada y muy nerviosa. Espero que se sientan motivados e interesados por el contenido que les prepare.

–Estoy seguro de que te amaran. ¿Aceptarías que nos tomemos un café después de tu clase? –le preguntó Alex con cierto nerviosismo.

Daniela lo miró con un poco de extrañeza, porque le pareció una propuesta rara, sobre todo porque si quería hablar del curso lo podían hacer en la oficina, pero no quiso ser cortante sin tener razones.

–Claro, al final de la clase paso por ti -le dijo Daniela– acá cerca vi que hay un Starbucks, podríamos ir allí.

–Ah.. si, esta bien. No te retengo más, enséñales a esos jóvenes lo hermoso del arte–le dijo Alex.

Después de despedirse, Daniela se dirigió al salón de usos múltiples del centro comunitario, donde estaban reunidos todos los jóvenes que habían manifestado interés en tomar estas clases.

–Buenas tardes, mi nombre es Daniela Calle, y soy la facilitadora de este curso de Introducción al arte, donde vamos a ver diferentes tipos de manifestaciones artísticas, veremos como el arte nos permite admirar la belleza del mundo a nuestro alrededor, y quizás podamos ver si algunos de ustedes tiene talento para dedicarse a esto, o en su defecto, poder disfrutar de esto y que se convierta en algo que nos de felicidad y entretenimiento. Me gustaria conocerlos a cada uno, y que me contaran qué expectativas tiene sobre este curso-pregunto Daniela dando una mirada a todo el grupo que se encontraba allí reunido.

El grupo de jóvenes era variado, y sus edades parecían estar entre 15-20 años, resaltando un grupo de tres chicos que parecían no estar allí por decisión propia, sino que tenían cara de estar obligados. Cuando se dirigió a ellos noto que estaban disgustados.

–Ustedes son los que faltan por decirme sus nombres y sus expectativas–dirigiéndose a los tres jóvenes.

–Yo soy Jose, y ellos son mi hermano Pedro y mi primo Raul. No tenemos ninguna expectativa de estar aquí, no queremos estar aquí–manifestó uno de los jóvenes, con cierta molestia en su voz.

Daniela quedó pensativa un rato, esto  no era lo que ella quería del grupo, ella quería gente dispuesta a aprender y a darle la oportunidad a los jóvenes de abrir sus mentes al arte y ver si tienen algún tipo de talento que pueda desarrollarse.

Tan fuerte como la piedra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora