Entregandonos

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(Leer escuchando la canción Where are you? De Elvis Drew)

Ambas subían las escaleras tomadas de la mano, al tiempo que  María José iba apagando las luces a su paso. Al llegar a la puerta de la habitación principal, donde se detuvieron, Maria Jose miró a Daniela a los ojos.

—¿Quieres que te de un tour por las habitaciones de este piso?
—Lo que quiero es que me des un tour un poco diferente ¿te parece mejor idea?—le dijo Daniela suavemente, apretando su mano.

Maria Jose tomó su mano y le dio un beso en el dorso, sonriendo, y la hizo pasar, Daniela dio un vistazo y era tal como lo imaginaba,  era espacioso, con una cama gigantesca, muy ordenado, casi minimalista. Una vez dentro se pusieron una frente a la otra, y tomando su cara se acercó a besarla, con un beso inicialmente suave, que se volvió  apasionado, hasta casi perder el control. Pero  Daniela no quería perderlo, así que  posó sus manos en la cintura de María José tratando de disminuir la velocidad con la que iban llevando las cosas, para después aventurarse por la base de su espalda y comenzar a subir. El roce de su piel era una sensación extraordinaria, sentía su calidez y sentía cómo la piel de María José se iba erizando.

En un movimiento atrevido, María José metió sus manos por debajo de la camisa de Daniela y quiso soltar el sujetador, a medida que le iba besando el cuello, absorbiendo su olor. En un momento Daniela sintió que ya María José no la besaba sino que recostó su cabeza en su hombro, sin dejar de abrazarla, con una actitud de derrota.

—¿Qué pasa?—exclamó Daniela levantándole la cara para mirarla,  con un dejo de preocupación en su voz.
—Me muero de la vergüenza... No puedo soltar el sujetador—le manifestó María José con frustración.
—Jajajaja, que bonita eres, me encantas... déjame que lo suelte por ti...

Con un movimiento experto, Daniela se soltó el sujetador y juntas empezaron a quitarse la ropa, con suavidad, como si estuviesen buscando un tesoro encantado, dándose tiempo de conocerse y conocer cada rincón de sus cuerpos, experimentando sensaciones nuevas. Ambas se dirigieron a la cama, y Maria Jose ayudó a Daniela a recostarse y se ubicó a su lado mientras la besaba y la acariciaba. No había nada en la mente de Daniela en ese momento que no fuese esa mujer que tenía allí a su lado, desnuda en cuerpo y alma, y su excitación era tal que solo quería que ella también sintiese lo mismo. Le puso la mano en la cintura a María José y comenzó a bajar hacia sus caderas. En un momento de impulsividad, dirigió su mano hacia su parte íntima y cuando sintió cómo estaba, quedó maravillada de que ella era la que estaba produciendo eso en la mujer.

Maria Jose comenzó a mover sus caderas rítmicamente, mientras sentía un volcán que estaba a punto de explotar al solo tacto de Daniela, y quería detenerlo, que durara más tiempo, pero nada pudo impedir que hiciera erupción. Daniela noto que MJ comenzó a temblar y a gemir muy quedamente para luego clavar avergonzada su cara en el  cuello de Daniela, mientras le daba besos pequeños.

—Perdón...
—¿Perdón por qué?—le preguntó Daniela con dulzura
—Terminé muy rápido. Lo siento. Si fuese hombre sería eyaculador precoz. Lo siento tanto—decía María José avergonzada.
—No pasa nada... No eres hombre y no me importa que hayas terminado rápido. Tenemos toda la noche por delante— exclamó Daniela atrayéndola hacia sí misma y volviéndola a besar.

De repente, Maria Jose hizo un movimiento que tomó a Daniela por sorpresa, y cuando esta vino a caer en cuenta se encontraba boca abajo, con Maria Jose besándole la espalda y recorriendola con sus manos. Siguió bajando más abajo de sus nalgas y con suavidad separó un poco las piernas de Daniela, acarició la parte interna de sus muslos, y con delicadeza se enfocó en su zona íntima. Daniela no tenía idea que estaba pasando, solo sintió algo que jamás había sentido antes, tenía las sensaciones a mil por hora.

Tan fuerte como la piedra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora