Amandonos

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El día había pasado muy rápido, así como pasan de rápido los días cuando estás disfrutando de algo, de cuando eres feliz.

Al ir oscureciendo decidieron recoger todo y dirigirse al apartamento de Daniela. No creyeron que podrían aguantar los 45 minutos que podía durar el viaje hacia la casa de María José sin saltarse encima. El haber hecho el picnic ya había sido suficiente ejercicio de autocontrol para ambas y no querían seguir sometidas a ese stress.

Llegaron a la cuadra de Daniela, y luego de encontrar un lugar para estacionar el carro, se fueron tomadas de la mano hasta el edificio. Una vez dentro Daniela no pudo controlarse más, y tomó a María José y la pego contra la pared, besándola con ansias incontenibles.

–Aquí no, amor, esperemos llegar al apartamento–susurro Maria Jose contra sus labios.
–No puedo aguantarme, es demasiado tiempo sin tocarte–contestó Daniela con un gemido.

Maria Jose le dio pequeños besitos en los labios y la tomó de la mano para llevarla al apartamento. Una vez en la puerta Daniela sentía las manos temblorosas que no la dejaban meter la llave en la cerradura rápidamente.

–Calma bebe, aquí estamos, respira e intenta otra vez– le dijo Maria Jose luego de tomar su mano con delicadeza para calmarla.

Daniela la miró, se detuvo, sonrió un poco e intentó nuevamente abrir la puerta y lo logró.

(Leer escuchando Voyeur Girl de Stephen)

Entraron ambas al apartamento, y se fueron besando apenas pasaron el umbral de la puerta, hasta que llegaron al cuarto de Daniela. Se terminaron de quitar la ropa que aún faltaba por quitarse y cuando ambas estuvieron desnudas se acostaron en la cama. No existia sensación más agradable para Maria Jose que sentir la tibieza de la piel de Daniela contra la suya, sentir su calor y su peso encima de ella, piel con piel, era una de las cosas más sublimes que había experimentado en su vida.

Maria Jose estaba debajo de Daniela, y mientras se besaban y acariciaban abrió las piernas para dejar que su novia se posara allí, encima de ella. La sentia encima de su sexo caliente, y deseaba que de alguna manera se incrementara la friccion entre ellas para liberar ese calor y excitacion que parecia que la iba a enloquecer. Daniela comenzó a besarla por el cuello, y empezó a bajar por su pecho, dedicándose a cada pezón con deseo. Al tiempo que lamía los endurecidos pezones miraba fijamente a Maria Jose que sentía a cada segundo que iba a enloquecer y necesitaba liberar esa explosion que sentía crecer entre sus piernas.

Daniela siguió bajando por su abdomen, besando cada milímetro de su piel, hasta llegar a su pubis. Allí se detuvo, levantó la mirada clavándola en Maria Jose, quien la veía con ojos ansiosos. Daniela pasó uno de sus brazos por debajo de una de las piernas de Maria Jose, levantándola ligeramente y con su otra mano separó su centro, la volvió a mirar un segundo antes de lamerla en toda su longitud. Maria Jose arqueo su espalda, cerrando los ojos y dejándose llevar por el fuego que crecía entre sus piernas. Daniela lamia, saboreaba, chupaba, se enloquecía por el sabor y el olor de Maria Jose, deseando fundirse con ella en una sola persona. La sintió convulsionar, pero siguió ahí, lamiéndola, hasta que Maria Jose la jalo, para que se acostara encima de ella. La besó, transmitiendole de alguna manera sus jugos, y se acercó a su oído.

–Extrañe tanto esto, estar así contigo–le susurro.
–Te amo Daniela–le contestó Maria Jose–y también extrañé estar así contigo.

Daniela la miro sorprendida, y en un rápido movimiento María José la volteo y se puso encima de ella, se dirigió a su cuello, donde olió ese punto donde empezaba la raíz de su cabello, y aspiró su olor con todas sus fuerzas. Porque quería recordarlo para siempre.

Continuó bajando lentamente con besos, lamiendo, saboreando cada centímetro de ella, hasta llegar a su pecho, donde se detuvo para admirarla. Tocó cada pezón endurecido con la punta de sus dedos y se los llevó a la boca, mordiéndole suavemente, estirando con picardía.

—Me vas a matar María José—gimió Daniela con desesperación—haz algo pronto.
—No seas impaciente—dijo María José siguiendo el camino desde sus pezones hacia el abdomen de Daniela.

María José estaba hincada entre las piernas separadas de Daniela, y bajándose comenzó a besarla en la unión de la pierna con la cadera sintiendo cómo el calor irradiaba de la zona íntima de la chica. Tomó su mano y empezó a acariciar su clítoris, sintiendo cuan mojada estaba.

—Me encanta que te mojes asi por mi...

Quería saborearla, quería olerla, quería sentir hasta el más mínimo espacio de piel de Daniela, por lo que dejó de tocarla y bajando hacia su centro la beso y empezó a acariciarla con su lengua mientras observaba cómo sus caderas iban moviéndose rítmicamente a la misma velocidad a la que ella la estimulaba.

No tuvo que tardar mucho en lo que estaba haciendo, pues a los pocos minutos sintió cómo Daniela se estremeció y la hizo subir hasta ella, recibiéndola  en su pecho y abrazándola mientras pasaba su temblor. Se acariciaban suavemente mientras sus cuerpos se calmaban y a la vez se iban recargando de energía para seguir la faena.

Así como la primera noche que pasaron juntas, esta noche se hicieron el amor de manera incansable, hasta que el cansancio las venció y se quedaron dormidas una en brazos de la otra.

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Tan fuerte como la piedra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora