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GIANNA

Nadie podía negar lo mucho que yo amaba estar de gira, pero Dios sabía toda la falta que me habían hecho mis niños, así que volver a la Academia fue como una bocanada de aire fresco. Ver sus caritas emocionadas recibiendo los regalos que había comprado para ellos, y notar la ilusión con la que me miraban al escuchar mis historias sobre la vida en gira generó que me sintiera la persona más importante y afortunada del universo.

Con el fin de la gira y nuestro regreso a Londres, mi rutina volvió a ser similar a la de antes de empezar a trabajar para Harry, en realidad la única diferencia era, bueno, Harry.

En lugar de despertar cada mañana en el antiguo apartamento que compartía con Marian en Notting Hill, ahora lo hacía en los brazos de Harry desde la comodidad de su casa. De nuestra casa. Cada mañana Harry me despertaría con suaves besos a modo de buenos días y de despedida antes de salir a correr, después al regresar volvería a despertarme, pero esta vez para compartir una ducha juntos, y mientras yo me vestía y maquillaba él se encargaría del desayuno, tras comer juntos Harry conducía hasta el estudio de grabación, allí se despedía de mí con un beso y me cedía las llaves de su coche para que yo me dirigiera la Academia.

Antes de marcharme a la gira Mar y yo habíamos decidido contratar a alguien más, Ruth, una de mis ex-profesoras de universidad que ya se había retirado, pero quién quería seguir enseñando música, para que se encargara de dirigir la Academia en mi ausencia. Al volver tuve una charla al respecto con Marian y llegamos a la conclusión de que no teníamos idea de por cuánto tiempo yo permanecería en Londres, además, Ruth había hecho un trabajo extraordinario, yo misma lo había evidenciado en las videollamadas quincenales que hacíamos para mantenerme al tanto de todo lo relacionado con la Academia, lo que me permitió estar libre y al día para el momento en el que regresé, de manera que sólo debía encargarme de impartir clases, que era sin duda alguna la parte favorita de mi trabajo y la razón por la que había empezado la Academia. 

Así que pasaba toda la mañana con mis niños, a medio día conducía al estudio para pedir comida y almorzar con Harry o simplemente salía a cenar con Ethan y Marian, después volvía a la Academia para seguir impartiendo clases o reuniéndome con Ruth para acordar los horarios de la semana y demás actividades. Finalmente recogería a Harry en el estudio. Algunos días él me esperaba listo en la entrada, otros tenía que prácticamente arrastrarlo al auto para que él condujera de regreso a casa. Todas las noches cocinábamos juntos, y desde nuestra visita a mis padres empezamos a cenar en la sala frente al televisor mientras veíamos alguna comedia romántica.

Adoraba todos los momentos que compartíamos, pero mis favoritos siempre eran los minutos que pasábamos en su auto cuando él conducía con una de sus manos en el manubrio y la otra en mi pierna, con la música a todo volumen mientras gritábamos con emoción las letras de nuestras canciones favoritas, porque como ambos habíamos acordado, las mejores canciones eran aquellas que se podían cantar a todo pulmón en un viaje en auto.

Tener una especie de rutina después del constante movimiento propio de la gira era algo extraño, pero que a la vez nos daba cierta normalidad y estabilidad. 

Los fines de semana nos quedábamos en cama todo el día, ordenábamos comida, hacíamos maratones de películas, tomábamos baños de agua caliente, pintábamos las uñas del otro, escuchábamos música o simplemente nos sentábamos el uno junto al otro mientras cada uno se sumergía en su propia lectura: yo releía My Policeman, uno de mis libros favoritos de todos los tiempos, mientras Harry releía Love Is A Mixtape, uno de sus libros favoritos de todos los tiempos; y en general teníamos un acuerdo tácito de mantenernos apartados de todo lo relacionado con trabajo, aunque eventualmente Harry lo rompía.

GOLDEN - 𝑯.𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora