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Muchas cosas de mi vida cambiaron durante la gira. 

Aprecié el tiempo que tenía para mí misma, empecé a meditar, a escuchar podcasts, aproveché los momentos a solas para leer libros que tenía en el celular desde hacía mucho tiempo pero que no había contado con el espacio para leerlos, descubrí nuevos artistas e incluso intenté terminar las letras de canciones que llevaba.

Fracasé en esa última, tanto como fracasé cuando Harry me invitó a correr con él. No habían pasado diez minutos cuando había decidido regresar al hotel completamente agotada. 

Así que corriendo era un desastre, pero me gustaba nadar, por lo que visitaba seguido las piscinas de los hoteles.

Intentaba disfrutar cada ciudad al máximo, me esforzaba por visitar al menos un lugar importante de cada una de ellas, adicionalmente Sarah y yo habíamos decidido probar un plato "típico" de cada lugar. Aún soñaba con el "pan pizza" de Chicago.

A pesar de todo, mi parte favorita de cada día era el momento del concierto, y aunque solían ser las mismas canciones se sentían completamente diferentes cada noche. Cada público era distinto, algunos gritaban más, otros eran más emocionales, en unos abundaban los bailes, en otros las risas, pero lo que siempre se respiraba era un ambiente de amor, tolerancia y aceptación. 

Después de los conciertos solíamos ir a fiestas, aunque no nos quedábamos hasta muy tarde, Harry siempre pedía un trago y lo hacía durar toda la noche, embriagarse durante las giras no era lo suyo. Fue un verdadero alivio ver que ninguno de nuestro grupo se excedía con la bebida en aquellas fiestas, nos gustaba ir para relajarnos, pasar un buen rato, conocer más personas, bailar un momento, pero la mayoría no pasaba del tercer trago. Por mi parte, no me permitía ni siquiera probar cualquier bebida que incluyese alcohol. Y esto nos llevaba a la parte negativa del viaje.

No había podido comer correctamente.

Cada comida que ingería en las horas de la mañana, es decir, como mi desayuno, terminaba siendo vomitada, lo cuál me frustraba demasiado. Al inicio pensé que era únicamente porque debía adaptarme, porque mi cuerpo no estaba acostumbrado a tantos viajes, a tantas horas en aviones y en autos, pensé que eran leves mareos. Pero al notar que todo seguía después de varias semanas empecé a preocuparme. Después de dos semanas vomitando el desayuno decidí dejar de consumirlo, porque vomitando perdía mucho más peso y me traía recuerdos que definitivamente no quería tener presentes. El almuerzo era probablemente el único alimento que consumía "bien", ya que a veces nos saltábamos la cena debido a los viajes o las presentaciones.

Es por ello que no me atrevía a beber, porque estaba segura de que mi cuerpo lo rechazaría inmediatamente al no haber consumido el alimento suficiente.

Las ocasiones en que no íbamos a fiestas nos reuníamos en una de las habitaciones y revisábamos los objetos que habían sido arrojados al escenario durante los conciertos. La mayoría eran flores, a veces era dinero, que guardábamos en una pequeña alcancía, pero lanzaban todo tipo de cosas, como celulares, que nos encargábamos de devolver, trozos de fruta y ropa interior.

—Por Dios, ¿quién diablos arroja unas bragas que cuestan casi 70 dólares?

—¿Cómo sabes que cuestan casi 70 dólares?— preguntó Harry con el ceño fruncido.

—Porque pagué 69.50 dólares por ese mismo modelo.— repliqué.

—No puede ser, ¿las conseguiste en descuento?— preguntó Adam completamente sorprendido.

Tuvimos que detener nuestra charla sobre bragas y sus precios cuando notamos que Mitch, Jeffrey y Harry nos miraban de manera extraña. Tras prometerle a Adam que le avisaría la próxima vez que encontrara ropa interior en oferta, ya que Emi, su esposa, le había pedido que le comprara algunas prendas, seguimos revisando los objetos que habían sido arrojados.

GOLDEN - 𝑯.𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora