22- Engañados.

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—Es demasiada información. ¡Son muchos siglos!. ¡Maldita sea! ¿Hotaru está segura?— escupió Itachi. No se había movido de al lado de Sakura, pero eso no le impidió revisar cada tomó, de cada libro que Obito le transportaba hasta su lado.

Ella seguía dormida, junto a altas filas de libros viejos, que se apilaban a su alrededor.

Madara había elegido hacer reposo mientras se terminaba de recuperar, junto a ella.

Casi dos semanas, era mucho tiempo y ellos habían estado atravesando un frenesí de deseo permanente. La sangre de Saku, aún los llamaba y los incitaba. Se conformaban con estar un momento a su lado, respirar el aroma de su cuerpo.
Pero mientras ella estuviera dormida, no había forma de satisfacer ese deseo que los enloquecía lentamente.

Shisui decidió que lo mejor era tomar una muestra de sangre de Sakura, y preparar un elixir que los ayude a controlar la ansiedad.

Aún estaba en desarrollo. Ya casi lo tenía listo. Pero, si eso no funcionaba, la iban a morder mientras seguía dormida. Puede que se enojara con ellos al despertar, porque estaban convencidos de que ella despertaría. No les importaba lidiar con su enojo, no es como si fueran a dejarla ir alguna vez, ella era suya, les pertenecía, y no porque Obito la hubiera comprado a esa tonta empresa, les pertenecía porque cada célula de su cuerpo los llamaba, y no había un solo pedazo de ellos que no responda a ese llamado.

— Okay, este diccionario Infernal de un tal Plancy, dice que es considerado como uno de los “Siete Príncipes del Infierno”.— dijo Izuna, desde un sofá que habían movido hacía la habitación, convertida en nueva sala de estar.— Él es el “Dragón que está en el mar” del que habló el profeta Isaías, la Serpiente Antigua, el terrible “Amo Demonio de los Océanos”.

—Es un jodido pendejo arrogante. Al que voy a golpear mucho en cuánto me recupere.— resopló Madara. Los gemelos rieron.

— En la sagrada escritura de los humanos, dice que el Señor aplastó las cabezas de Leviatán y se las dio de alimento a las fieras del desierto.— interrumpió Sasuke. Estaba sentado sobre el suelo, junto a la ventana. En sus manos tenía otro viejo libro, al igual que Itachi y su gemelo. No paraban de revisar escrituras antiguas, pergaminos, y cualquier material que pudiera decirles cómo vencer a Neji.

La sanadora del clan, había analizado la sangre que Madara pudo obtener al rasgar el brazo del demonio. Era poca, pero suficiente para determinar su tipo. Las noticias no habían sido alentadoras.

—Hotaru nunca se equivoca. Si rastreo su línea sanguínea hasta los Demonios Leviatánes, es porque ese idiota es un descendiente de la bestia marina. — Aseguró Madara, recostado junto a Sakura, su herida había sanado, pero estaba débil. Había usado mucho poder para cerrarla y no se había alimentado como quería. Ya que deseaba la sangre de ella por sobre cualquier otra.

—Se supone que no podía reproducirse, si lo hacía el mundo estaría condenado.— Observó Izuna.

—Hay unas escrituras que dicen que usa su sangre para corromper humanos. Es un demonio de alto rango. Los pactos y tratados no le son ajenos. Dónde hay envidia y celos, Leviatán está metido. — aseguró Itachi.

— Así que nos enfrentamos al Gran Almirante, que dirige la  Armada del Infierno, el “Amo Demonio de los Océanos” y el “Rey de las Bestias”.— se mofó Obito.— tantos nombres, y jodidos títulos, para que un grupo de vampiros se lo cargue.

—Me excita tu confianza hermano.— Murmuró Sasuke.

Los demonios eran otra raza más dentro del mundo, escondida tras el velo que los separaba de los humanos.

Novia Regalo - Saku-harén 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora