Probablemente, darle vueltas a una conversación que ocurrió hace dos años, no era nada saludable para mi salud mental. Pero ver a Ryder por la oficina todo el tiempo, hacía difícil que pudiera pasar página.
Nos mantuvimos en estricto silencio durante todo lo que duró el almuerzo. La comida estaba deliciosa, sin embargo, mi compañero de asiento no parecía pensar igual.
Al parecer, Ryder era vegetariano, algo que debo reconocer que me sorprendió. De haber sido otra persona, hubiese mantenido una profunda conversación con él sobre sus preferencias y los motivos que tenía, pero que no coma animales no lo hace una buena persona. Bastaba ver cómo miraba a la asistente de vuelo para notar que, si pudiera, no dudaría en devorarla.
Aun así, ni sus coqueteos ni palabras bonitas lograron que su menú fuera más que una insulsa ensalada.
Las siguientes horas fueron de lo más agobiantes. Esto de ignorarnos mutuamente estaba siendo bastante difícil, considerando que estaba literalmente pegado a mi lado. Mientras leía, Ryder se paseaba por los pasillos, inquieto. Por más que se esforzó en ver alguna película completa, no lograba mantenerse despierto más de 30 minutos y luego despertar de un sobresalto con cualquier pequeña turbulencia del avión.
Ya llevábamos unas 6 horas de vuelo cuando el avión empezó a sumirse en un estado de silencio y oscuridad, que pretendía hacer dormir a los pasajeros unas cuantas horas antes de aterrizar. Afuera estaba oscuro, aunque mi reloj biológico me decía que aún no se acababa el día, pero eso no le importaba a la aerolínea, si ellos decían que era hora de dormir, era hora de dormir.
Me acomodé en el asiento para descansar unas horas antes de tener que aterrizar y montarme nuevamente en un avión, pero después de intentar conciliar el sueño un par de veces, el ruido y mis necesidades biológicas no me lo permitieron.
Me desperté, intentando hacer el menor ruido posible. Ryder dormía a mi lado, con la cabeza girada hacia el pasillo, respirando profundamente. Parecía tranquilo, después de varias horas había conseguido dormirse por más de unos minutos y no iba a ser yo la razón de despertarlo.
Pasé una pierna por encima de él, moviéndome con lentitud para evitar tocarlo. Seguía respirando con normalidad, con el gesto relajado y sereno. Dormía con los labios entreabiertos. Unos labios carnosos y suaves, que parecían muy tentadores.
¡Estúpida! ¿¡En que estás pensando!?
Como era de esperarse, justo cuando intentaba pasar la otra pierna para quedar completamente en el pasillo, una turbulencia me hizo perder el equilibrio, quedando sentada a horcajadas sobre él.
Ryder despertó de un sobre salto, tomando aire con fuerza.
Me miró, con los ojos muy abiertos, como si no supiera qué estaba pasando. Y la verdad, es que tampoco tenía cómo explicar esta vergonzosa situación.
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El más dulce de mis errores©
RomanceJade Bell es una joven cuyo único objetivo en la vida es lograr obtener la confianza de su jefe y representar a la empresa en un importante viaje de negocios en Londres. Sin embargo, las oportunidades no siempre llegan como se esperan, y para su des...