🍬 Capítulo 1

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Probablemente, mis compañeros debieron pensar que intentaba hacer que el teléfono se encendiera en combustión espontánea, tratando de descubrir si tenía algún poder sobrenatural

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Probablemente, mis compañeros debieron pensar que intentaba hacer que el teléfono se encendiera en combustión espontánea, tratando de descubrir si tenía algún poder sobrenatural.

Lo miraba con tanta intensidad, que en cualquier momento creí que estallaría, pero en lugar de eso, sonó.

Di un pequeño chillido de susto, sin embargo, me recuperé con rapidez y lo levanté.

—Buenos días —saludé—. Jade Bell, encargada de proyectos.

—Buenos días, cariño. —La voz de Evangeline, la secretaria del gerente general, me respondió desde el otro lado—. El Sr. Mackenzie te necesita.

Cerré los ojos.

De seguro, esa no era una frase que alguien quisiera escuchar. Que el jefe te llame a la oficina, es causal de angustia para muchos trabajadores.

No era mi caso.

Yo esperaba esa llamada. La esperaba con tantas ganas, que mi calendario lleno de resaltadores y mi obsesión por mirar el teléfono, era señal de que ese día era importante. Ese día al fin se cumpliría el objetivo por el cual había trabajado por tanto tiempo.

—¿Es por lo que creo que es? —quise asegurarme.

—Las invitaciones llegaron esta mañana.

Contuve el aliento. Tenía ganas de chillar y ponerme a bailar de alegría, pero necesitaba mantener la compostura y no dar señal de poco profesionalismo. Le di las gracias a Evangeline, y colgué el teléfono tomando una bocanada de aire.

—¿Y bien?

El rostro de Maggie se asomó por encima de la mampara que separaba nuestros puestos de trabajo, mirándome expectante. Levanté un pulgar, un tanto recatada. Pero cualquier señal de moderación, se fue al carajo cuando mi amiga gritó.

—¡Maggie! —la regañé, mirando avergonzada hacia todos lados—. No llames tanto la atención.

—No seas aburrida y celebra. ¡Te lo mereces!

Algunos rostros se giraron hacia nosotras cuando Maggie se levantó de su puesto, y rodeó los escritorios para llegar hasta mí y alcanzarme con un abrazo.

—¡Sabía que lo lograrías, cariño!

—No cantes victoria antes de tiempo. Aún puede pasar cualquier cosa.

—Olvídate de eso. ¿Para qué otra más iba a llamarte el jefe? —Me arregló un par de mechones de cabello rojizo que caían por mi frente y luego me pellizcó las mejillas—. Estás guapa. Ve y anda a recibir tu premio.

Me levantó de un tirón y con una palmada en el culo, me hizo caminar hasta los ascensores.

Desearía tener su confianza para mostrarse tal como es y que no le importe lo que dicen de ella. La miré sobre mi hombro para darle las gracias, y esta me devolvió un gesto obsceno pasando su lengua por sus dedos abiertos.

El más dulce de mis errores©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora