Capítulo 22

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°Un olvido de un minuto puede arruinarte toda la noche°

Cameron

Probablemente, el sabor dulce a piña colada de los labios de Jade tenía un efecto directo a mi cerebro que no me dejaba pensar con claridad. Porque de haber estado más consciente de lo que hacía, hubiese detenido esta locura antes de llegar a donde estábamos ahora.

Le quité esa puta chaqueta que ocultaba su figura, y ese maldito vestido que habia intentado dejar de mirar durante toda la noche.

Sus traviesas manos desataron el nudo de mi corbata, que fue a parar al suelo junto con el resto de la ropa.

—Hablas mucho Cameron — murmuró separándose levemente. Una corriente de fuego fue a parar directo a mis huevos cuando mencionó mi nombre de esa manera tan provocativa — menos palabras y más acción.

Sí. Definitivamente esta mujer podría hacerme enloquecer en más de una forma. Solté una risa baja.

—No juegues con fuego Belladona — gruñí conteniendo el deseo que me embargaba.

—¿Y que si quiero quemarme?

Entonces, ocurrió.

Mi cerebro hizo cortocircuito y me hizo estallar la cabeza sin retorno.

Caímos hasta su cama, sostuve el peso de mi cuerpo apoyando mis manos junto a su cabeza.

No me lo podía creer. Ver su cabello suelto desordenado en la cama me hizo tensarme a tal punto que tuve que apretar el cobertor de la cama en puños para controlarme un poco.

Me agaché hacia ella y disfrutando del aroma de su perfume, me dirigí hacia su cuello con la intención de morderla hasta hacerla gemir de placer.

Pero ella me embriagaba, me mareaba de deseo y perdía toda la noción de mis acciones.

Hace mucho tiempo no sentía algo similar. Jade era lo más parecido a sentirme drogado otra vez.

—Eres como un narcótico Jade — murmuré en su oído, deleitándome con lo gemidos y suspiros que provocaban mis palabras — haces que pierda todo el control de mis pensamientos. Alucino con tu cuerpo en mis manos. Soy completamente adicto a ti. Belladona.

Sí, eso era. Belladona.

Sus manos enloquecieron al intentar desabrochar los botones de mi camisa, el colgante que llevaba atado a mi cuello cayó hasta su pecho. Me tensé. Quizás fue lo único que medianamente me desconcentró de toda esta situación, pero parecía que Jade ni si quiera habia reparado en ello.

Me sorprendió lo rápido que sus manos hábiles desabrocharon por completo mi camisa, hasta llegar a mi cinturón, que con una fuerza desequilibrante me jaló hacia ella. Mis zapatos resbalaron y caí un poco más pegado a su cuerpo, solo sosteniéndome con la fuerza de mis brazos.

Sonreí por su destreza y su atrevimiento.

Mis manos comenzaron a picar por sentir su piel, la deslice por su costado, a lo largo de su vestido, procurando no tocarla de manera invasiva hasta estar completamente seguro de que ella quería hacer esto, de la misma manera que yo lo estaba.

Mis manos encontraron la piel de sus piernas, y comencé a subir poco a poco su vestido, atento a sus reacciones, esperando cualquier señal que me hiciera retroceder.

Pero si esperaba que Jade derrumbara mi castillo de naipes al echarse para atrás y detener esta lujuria, estaba muy equivocado, porque ella estaba tan dispuesta a avanzar, como yo.

El más dulce de mis errores©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora