Probablemente, no debí quedarme mirando el anillo en mi mano después de cerrar la puerta de mi habitación, pero el tiempo se pasó volando mientras seguía intentando entender las acciones de Ryder.
Me vestí con un traje negro, el más formal que encontré en mi armario. Me aseguré de llevar una blusa cómoda pero elegante, que dejaba mis brazos al descubierto. Dentro del hotel la temperatura era mucho más agradable gracias al aire acondicionado.
Después de alisarme el cabello y aplicar algo de maquillaje, estuve lista a la hora que habíamos acordado. La argolla falsa de Ryder brillaba en mi mano, junto a un ligero brazalete para esta ocasión.
—¿Cómo me veo? —pregunté a mi compañero, mientras esperábamos los ascensores.
Me escaneó de pies a cabeza antes de detenerse en mis ojos.
—Como siempre.
—Pfff, aburrido —me quejé, dando un paso al interior del ascensor cuando abrió sus puertas.
—Te recuerdo que la única vez que te hice un cumplido, me vetaste por dos años —se defendió, presionando el botón que nos llevaría al salón de eventos—. No pretendo volver a cagarla.
—Primero: No estás desvetado, solo hicimos una tregua. Segundo: Si te pido tu opinión, no hay nada de malo que me digas lo que piensas.
—¿Y tercero? —preguntó, con una sonrisa pícara.
—Si quieres hacerme un cumplido, halaga mi personalidad, no mi físico.
Compartimos una sonrisa y mi estómago se contrajo en un nudo de nerviosismo. No estábamos coqueteando, ¿verdad? No, él siempre es así. No debería confundir sus intenciones cuando dejó muy claro que él no busca nada serio y menos con nadie de la empresa.
Al entrar al salón, muchas personas conversaban en diferentes idiomas ya acentos en el interior. El EBI es una reunión de empresarios de diferentes países, por lo que no debería ser extraño encontrar diferentes culturas en este lugar. Pero más extraño fue, que el 90% de los asistentes, eran hombres.
—¿No te parece extraño que haya tan pocas mujeres en un evento como este?
—Es un rubro muy masculinizado.
—Ya lo sé, solo esperaba que internacionalmente no fuera tan evidente.
Nos acomodamos en unos asientos en la cuarta fila que aún estaban desocupados. Se supone que debía aprovechar cada momento para interactuar con los asistentes y poder conocerlos a lo largo de la semana, pero era imposible no sentirse intimidada.
Solo era una chica de 26 años en medio de un grupo de tiburones. Grandes tiburones con filosos dientes. No sabía qué estaba haciendo allí.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ryder, al notar mi incomodidad.
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El más dulce de mis errores©
RomanceJade Bell es una joven cuyo único objetivo en la vida es lograr obtener la confianza de su jefe y representar a la empresa en un importante viaje de negocios en Londres. Sin embargo, las oportunidades no siempre llegan como se esperan, y para su des...