Probablemente, la comida estaba deliciosa y los tragos muy buenos, algo de lo que no me enteré, porque estaba demasiado abrumada por los repentinos acontecimientos.
Todos, excepto yo, hablaban con normalidad mientras compartían brindis y disfrutaban de sus platos. Desde su llegada, Nate cambió el tema de conversación al consultar sobre el seminario y cómo había terminado el segundo día, por lo que entre mi nerviosismo y mi poca capacidad de improvisar, estaba quedando excluida de toda la conversación.
—Entonces, estaban hablando de negocios, supongo. No quise llegar e interrumpir, mis disculpas —dijo Nate, volteando a verme. Me sonrojé.
—Claro, estábamos... estábamos —Recibí una pequeña patada por debajo de la mesa al mismo tiempo que Ryder se aclaraba la garganta—. Estábamos hablando sobre un proyecto que queremos financiar.
—¿Un proyecto interesante? —se interesó Nate, mirando a su padre.
Compartieron una mirada que dijo millones de cosas que jamás podríamos descifrar. Vi la mueca que Anderson le hizo a su hijo y supe que esto no terminaría bien. Tenía que retomar el control antes de descarrilar este tren.
—Bastante. De hecho, tu padre se mostró muy interesado ayer por la mañana cuando sugirió esta cena, ¿verdad, Nicholas?
El hombre apartó la mirada, incómodo. Sabía a lo que me refería y aunque parecía evadirlo, era obvio que recordaba nuestro primer encuentro.
—Establecer lazos con la comunidad americana es una de nuestras posibilidades. Pero lo estamos pensando. Aún no hemos decidido nada.
—Yo podría ayudarte —propuso Nathan. Su padre lo observó con atención—. Si es por temas de tiempo, yo puedo hacerme cargo.
—¡Qué fantástica idea! —chillé.
Junté mis manos en un aplauso emocionado. Nate sonrió, pero disimuló su desconcierto cuando vio el anillo en mi mano. La argolla de la que no me había desprendido desde ayer, y no sabía por qué seguía llevándola.
Ryder volvió a aclararse la garganta, sin intervenir en nuestra conversación. Lo vi de soslayo levantar su copa de vino tinto, y como si llevara un reflector, su anillo también brilló en su mano mientras bebía un trago.
Lo siguiente fue raro e incómodo. Nate observó el anillo de Ryder, luego el mío y al final, me miró a los ojos con una pregunta implícita.
¡Basta! Todo el mundo puede llevar argollas de matrimonio y no necesariamente estar relacionados. ¿Por qué tendría que estar pensando eso?
¿¡Y por qué diablos me importaba!?
Nicholas Anderson soltó una breve carcajada antes de dar dos grandes palmadas en la espalda de su hijo.
—Sabía que solo necesitabas una buena motivación para entrar al negocio. Estoy seguro de que este proyecto será bueno para ambas partes.
Mi mente se detuvo un momento para procesarlo todo. ¿Escuché bien? ¿Dijo que sería bueno para ambas partes?
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El más dulce de mis errores©
RomanceJade Bell es una joven cuyo único objetivo en la vida es lograr obtener la confianza de su jefe y representar a la empresa en un importante viaje de negocios en Londres. Sin embargo, las oportunidades no siempre llegan como se esperan, y para su des...