Capítulo 31

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°Al mal tiempo, buenas son las tormentas°

Probablemente, si no estuviera tan estresada pensando constantemente en todas las cosas que estaban pasando con Cameron, hubiese prestado más atención al reporte del clima y así poder prever lo que se avecinaba para hoy que habían anunciado una tormenta.

Pero como la situación entre Cameron y Nate habia estado ocupando gran parte de mis pensamientos, no habia hecho las conexiones necesarias hasta que vi el rostro angustiado de Evangeline frente a mi escritorio, mirándome.

—Evie, ¿Qué ocurre? — quise saber. No entendía que hacía ahí cuando ella todo el tiempo me contactaba por teléfono para cualquier cosa, incluso para chismear.

—Es Ryder... está... no se encuentra bien — murmuró mirando hacia todos lados, visiblemente incomoda — me ha pedido que viniera a buscarte.

—¿Qué no se encuentra...?

La pregunta quedó incompleta debido a la interrupción de un gran trueno en el cielo que se escuchó en toda la ciudad seguido de la luz de un relámpago.

Habían anunciado tormenta para esta noche y estaba por comenzar.

Cameron no toleraba las tormentas.

—¿Cameron vino a trabajar? — pregunté mientras ya me estaba poniendo de pie camino hacia el 6to piso. Maggie, Arthur y Jonas me miraron con caras confundidas mientras nos veían salir.

—Claro, llegó temprano como todos los días, pero ha estado extraño, muy apagado — explicaba Evie a toda velocidad mientras caminábamos a paso rápido por las escaleras — él me dijo que tu sabrías que hacer.

Llegamos hasta el 6to piso, casi crucé al trote la distancia entre la escalera y las puertas que me llevarían a Cameron.

Ya lo habia visto en Londres llevar muy mal el tema de las bajas presiones. No tenía idea como podía afectarle una tormenta, pero él habia dicho que era inimaginable.

Abrí las puertas y vi a Cameron, con la cabeza en el escritorio cubriéndose con los brazos. Sus hombros estaban bajo mucha tensión.

Corrí hasta su lado, mientras que Evangeline se quedaba de pie en el umbral de la puerta, sin saber que hacer.

—Cameron... — susurré tocando su hombro.

Apenas sin abrir los ojos, se levantó y me envolvió la cintura con sus brazos y apoyó su cabeza en mi estómago.

Puse una mano en su cabeza para intentar tranquilizarlo.

—Jade... — susurró con la voz rasposa.

Miré a Evangeline, que tenía una rara expresión entre entusiasmada, preocupada y confundida.

—Gracias por llamarme Evie, yo me haré cargo — le ordené — puedes irte a casa.

Evangeline asintió y cerró la puerta en silencio.

Cuando nos quedamos solos, me puse en cuclillas para poder mirar a Cameron a la cara.

Su gesto era de verdadero sufrimiento.

—Dime que hago Cameron ¿Cómo puedo ayudarte? — dije sosteniéndole el rostro para que me mirara, pero él no abría los ojos.

Negaba con la cabeza sin poder hablar.

—Tienes algun analgésico para el dolor o...

Seguía negando con la cabeza.

—¿Qué puedo hacer entonces?

Respiró hondo e hizo acopio de todas sus fuerzas para poder abrir los ojos y mirarme.

El más dulce de mis errores©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora