Capítulo 36

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°Las cosas no siempre llegan de la manera en que lo esperas°

Probablemente, perder la noción del tiempo era uno de los síntomas de la hipotermia. Simplemente algo en tu interior se congela y no logras medir el paso de los segundos a tu alrededor.

Pero al menos seguía teniendo el reloj que Cameron me habia regalado para mi cumpleaños y me entretuve mirando las manecillas que avanzaban a paso lento por la circunferencia.

—Uno... dos... tres...

Contaba cada uno de los segundos mirando atentamente el reloj para mantenerme despierta mientras esperaba que amaneciera y poder volver a mi departamento.

Después de llorar un buen rato, me dejé caer en el frio piso de cerámica del pasillo fuera de la puerta de Cameron abrazando mis rodillas para obtener algo de calor de mí ya entumecido cuerpo.

Supongo, que ya estaba comenzando a imaginar cosas o a delirar, porque por la escalera vi subir corriendo a un cuerpo con forma de Cameron y detenerse abruptamente en el pasillo.

Se veía tan guapo como en la realidad, mi cerebro recordaba a la perfección cada detalle de su cuerpo y era capaz de recrearlo en una imagen vivida delante de mí.

La imagen se movió lentamente hasta mí y dejo caer al suelo la abultada mochila que llevaba en el hombro, se agachó hasta quedar a mi altura y sus lindos ojos color caramelo me miraron con preocupación. Una de sus manos acunó mi rostro y su pulgar paso por mis labios.

Ok. Algo estaba mal.

Era lo suficientemente inteligente para saber que esto no era solo parte de mi imaginación, por lo que, o estaba confundiendo a Cameron con alguien más o....

—Cam... — susurré mientras llevaba mi mano a su rostro para comprobar que realmente estaba ahí.

Su piel fue agradablemente cálida al contacto con mi manos frías. Él apretó los labios con fuerza y cerró los ojos con pesar.

—Jade...

Ese susurro. El tono grave de su voz. Su color de ojos color castaños. Su brillante cabello rubio oscuro. Los lunares que le recorrían la mandíbula. Las pequeñas arruguitas en su frente y a los costados de sus ojos.

Definitivamente era él. Era Cameron.

Mis lágrimas se sentían calientes en mi rostro frio y él rápidamente las borró con sus pulgares.

Me tomó de los brazos y me puso de pie estrechándome contra su pecho, me abracé a él, en parte porque no quería dejarlo ir y en parte porque su cuerpo irradiaba un calor agradable.

Mientras yo me aferraba a él con fuerza, sentí que se movía rebuscando algo en sus bolsillos, sentí la vibración de su voz en su pecho contra mi mejilla.

—Logan. Sí, sí. Está aquí conmigo, no te preocupes — dijo al teléfono — quédate tranquilo, te llamo más tarde.

Luego escuché el sonido de la puerta al abrirse y entramos a su departamento. Definitivamente estaba mucho más agradable que afuera. Pero yo seguía temblando de pies a cabeza.

Me llevó hasta el baño y abrió el grifo de la ducha, rápidamente la pequeña habitación comenzó a llenarse de vapor y después de tantear la temperatura del agua, Cameron me metió bajo el chorro de agua.

Así, con ropa y zapatos.

Me estremecí al contacto. Se sentía demasiado caliente con mi cuerpo tan frío, pero el repentino alivio se sintió agradable y poco a poco fui regulando mi temperatura.

El más dulce de mis errores©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora