42 | peggy

829 73 0
                                    

Freya sabía que estaba mal ir a espaldas de Steve, pero tenía que hacerlo para tranquilizarse. 

Cuando Steve se sinceró con Freya sobre Peggy, ella vio cuánto la había amado desde el momento en que pronunció su nombre por primera vez. Estaba escrito en sus ojos y era evidente en la forma en que hablaba tan bien de ella.

Freya sabía que Steve todavía amaba a Peggy, pero no le cabía duda de que la amaba tanto como a su antiguo amor.

Esto fue lo que llevó a Freya a la habitación de Peggy Carter en el hogar de ancianos en el que había sido admitida una vez que se hizo demasiado mayor. Ella le mintió a la recepcionista y le dijo que era la sobrina de Peggy, y esta la dejo pasar a su habitación felizmente.

La mujer llamó a la puerta—. Peggy, tu sobrina está aquí para verte. 

—¿Mi sobrina? —preguntó Peggy. 

—Sí, es Freya —dijo el empleado antes de mirar a Freya con expresión de disculpa—. Ella se pone así a veces. Regresa eventualmente, pero puede tomar un tiempo. Entra, cariño. 

Freya agradeció a la mujer antes de entrar a la habitación, escuchando la puerta cerrarse detrás de ella. Una vez que estuvo sola con Peggy, la ex agente de S.H.I.E.L.D levantó una ceja—. Puede que ya no sea muy buena con los nombres, pero sé que no tengo una sobrina llamada Freya. ¿Quién eres?

—Lo siento, señorita Carter —dijo Freya, todavía de pie con torpeza en la puerta—. No quise mentir, pero me preocupaba que no me dejaran entrar si no era familia. Mi nombre es Freya Daniels y trabajo con Steve Rogers. 

Peggy sonrió—. ¿Conoces a Steve? 

Freya asintió—. Sí, él es mi... mi amigo. 

—Y, por favor, llámame Peggy. Ven a sentarte —dijo Peggy señalando la silla junto a su cama—. ¿Qué te trae por aquí, Freya?

—Solo quería verte —dijo Freya sentándose rígidamente—. Steve me ha hablado mucho de ti, y siempre te he admirado por cómo te defendiste. 

—Gracias —sonrió Peggy de nuevo—. Siendo honesta, no fue fácil ser mujer durante la guerra, o después de ella. Estoy agradecida de haber tenido las oportunidades que tuve. 

—Sí, Steve me contó todo sobre ellas —dijo Freya—. Habla de ti todo el tiempo, y yo solo...

—¿Querías saber cómo me siento acerca de que él esté contigo? —adivinó Peggy, sus ojos aparentemente clavados en el alma de Freya—. Querida, honestamente no necesitas preocuparte por mí. 

—Me siento un poco irrespetuosa —dijo Freya—. Quiero decir, eres una heroína de guerra. Fundaste S.H.I.E.L.D. 

—Sí, bueno, no salió tan bien. O eso escuché —murmuró Peggy. 

—S.H.I.E.L.D estuvo bien por un tiempo —le dijo Freya—. Cuando me uní querían ayudar a la gente. Fue HYDRA quien lo arruinó.

—Como sucedió hace tantos años —dijo Peggy, los ojos se nublaron con los recuerdos—. ¿Por qué viniste?

—Supongo... suena un poco tonto ahora que lo pienso, pero vine para tranquilizarme —respondió Freya—. Sé lo mucho que Steve se preocupa por ti, y no quería que pensaras nada malo de mí... 

—Freya, querida —interrumpió Peggy suavemente, extendiendo su mano para colocarla sobre la de Freya—. Ya he vivido toda mi vida. Encontré un hombre que me amaba, tuve hijos. Nunca me olvidé de Steve; pero, cariño, seguí adelante. De ninguna manera tendré nada contra ti.

—Gracias, señorita... Peggy —dijo Freya—. Significa mucho escuchar eso.

—Ahora recuerdo. Steve me habló de ti la última vez que me visitó —dijo Peggy—. Él piensa mucho en ti, cariño, y te conseguiría la luna si se la pidieras. Él te ama con todo su corazón, y solo lamento que no haya podido vivir su vida de la manera en que se suponía que debía hacerlo. 

—Yo también —respondió Freya—. Pero Peggy, quiero que sepas que cuidaré de él; no tengo intención de hacerle daño.

—Lo sé, cariño —dijo Peggy sonriendo mientras apretaba la mano de Freya—. Se necesita coraje para hacer lo que has hecho hoy; para venir y buscar consuelo. La mayoría de la gente no tiene las agallas para hacer eso, pero déjame decirte algo: mientras Steve te tenga a ti, estará recuperando todo el tiempo perdido.

Freya sintió que le temblaban los labios cuando la superó la emoción. Había sido difícil; luchar contra Ultrón y derribar los muros que ni siquiera sabía que había construido. Uno de esos muros se derrumbó, revelando todas las inseguridades que sintió cuando Steve habló de Peggy, y se quedó preguntándose si realmente era lo suficientemente buena para estar con él o si alguna vez se compararía con la legendaria Peggy Carter.

Como si leyera su mente, Peggy rió—. No tienes que preocuparte, querida. Él te ama más que a nada, y nunca dejará de amarte. 

Freya respiró hondo—. Yo solo... cielos, es mucho contra lo que enfrentarse. Quiero decir, eres tú. Eres Peggy Carter, la legendaria mujer que ayudó a fundar S.H.I.E.L.D y golpeó a un oficial en la cara durante la guerra por faltarle el respeto. Honestamente... no sé por qué Steve se interesó en mí.

—Porque eres tu propia persona —dijo Peggy suavemente—. No necesitas estar a la altura de los estándares de nadie más. Los logros de otra persona no definen el valor de los tuyos. Tus logros son tuyos.

—Entiendo lo que dices, pero me hace preguntarme... ¿por qué yo? —preguntó Freya todavía sosteniendo la mano de Peggy—. Quiero decir, no soy nada especial.

—Y tal vez es exactamente por eso que Steve está tan enamorado de ti —sugirió Peggy—. Puede que no lo veas por ti misma, pero he leído sobre ti, Freya. He visto por lo que has pasado, y el progreso que has hecho no tiene paralelo. Y, sin embargo, todavía no ves tu propio valor. No te consideras algo increíble. Te ves a ti misma como alguien normal, y tal vez lo normal sea exactamente lo que Steve necesita.

—Puedo ver por qué Steve te amaba tanto —rió Freya en voz baja—. Realmente tienes un don con las palabras. 

—Bueno, tuve que ser inteligente con mis palabras para conseguir lo que quería —dijo Peggy—. Pero cariño, créeme, eres mucho más de lo que crees. Quizás tú no lo veas, pero Steve sí. Por la forma en que habla de ti, nunca se había sentido tan cerca de tener un hogar. 

Freya suspiró y una sensación de alivio la inundó—. Gracias, Peggy. Lamento haberme entrometido. 

—Está bien —dijo Peggy—. Siempre estoy agradecida de tener visitas.

Freya sonrió, poniéndose de pie—. Bueno, te dejaré en paz. Gracias de nuevo. 

—Escucha lo que te dice tu corazón, Freya —dijo Peggy cuando Freya llegó a la puerta—. El corazón nunca se equivoca, sin importar cómo se sienta tu mente.

GRAVITY | Steve Rogers ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora