54 | thanos está viniendo

630 61 0
                                    

No les costó mucho localizar a Wanda y Vision. Natasha emergió para rastrear a Vision a través de la piedra que poseía, llevándolos a Inglaterra.

Estaban en una estación de tren, y Freya esperó la señal de Steve antes de que ella y Sam volaran desde ambos lados, cada uno pateando a uno de los hombres de Thanos al suelo. Freya voló hacia Natasha y atrapó la lanza que Steve le lanzó antes de clavarla en el pecho del hostil. Natasha lo tomó desde allí, agarrando la lanza y pateando al alienígena hacia atrás para que cayera al suelo.

La mujer alienígena agarró la lanza y habría empalado a Freya si Steve no se hubiera interpuesto en el camino y desviado el golpe. Pelearon y, finalmente, el trío pudo distraer a la mujer el tiempo suficiente para que Sam la pateara en el pecho y la enviara de vuelta a donde yacía su amigo.

—Levántate.

—No puedo.

—No queremos matarte, pero lo haremos —dijo Natasha.

—Nunca tendrán otra oportunidad —siseó la mujer, antes de que un rayo de energía azul los absorbiera hacia una nave espacial sobre ellos.

La lanza fue arrancada de la mano de Steve, y Freya levantó una ceja—. Espero que podamos matar a esa perra.

—Freya.

—Vamos, Steve —rió Freya—. Acabamos de encontrar alienígenas y ¿estás enojado porque dije la palabra con "P"?

Steve puso los ojos en blanco cuando se acercaron a Wanda y Vision. Sam llegó primero y ayudó a Vision a ponerse de pie—. ¿Puedes pararte?

Vision miró a Steve—. Gracias, capitán.

—Vamos a llevarte al avión —dijo Steve, notando la forma en que el cuerpo de Vision parpadeaba.

Freya lideró el camino hacia el avión y, una vez que estuvieron a bordo, Natasha se volvió hacia Vision y Wanda—. Creí que teníamos un trato. Quédate cerca, repórtate, no corras riesgos.

—Lo siento —se disculpó Wanda—. Simplemente queríamos tiempo.

—¿Adónde vamos, Cap? —preguntó Sam.

Steve parecía inseguro—. A casa.

—¿A casa? —preguntó Freya—. ¿Nueva York?

—Sí, Freya —respondió Steve—. Este es un riesgo demasiado grande para que permanezcamos escondidos. El mundo nos necesita.

—De nuevo —murmuró Sam.

—Sí, de nuevo —dijo Natasha—. Es lo que sucede cuando te conviertes en un superhéroe.

—Esto es... más grande que cualquier cosa a la que nos hayamos enfrentado —dijo Freya.

—Lo discutiremos cuando lleguemos —dijo Steve—. En este momento, debemos prepararnos para el hecho muy real de que es posible que no recibamos una cálida bienvenida.

—¿"Es posible"? —repitió Sam—. Steve, violamos la ley como siete veces en dos días. Será un milagro si nos presentamos y no nos arrestan.

—Estoy de acuerdo con Sam —dijo Freya, cruzándose de brazos—. Esto es peligroso.

—Bueno, peligroso es lo que hacemos —dijo Steve—. Descansen un poco. Tenemos un largo vuelo por delante.

Cuando regresaron a Nueva York y caminaron dentro del complejo de los Vengadores, Freya pudo sentir el vacío que irradiaba del lugar. Fue duro volver a cruzar las puertas sabiendo que la familia que alguna vez tuvo estaba hecha pedazos y, sin embargo, cuando entraron a la sala de conferencias y vieron a Rhodey hablando con el secretario Ross, la tristeza de Freya se reemplazó de inmediato con ira.

—Sr. secretario —saludó Steve, mientras el equipo lo seguía.

Ross caminó hacia ellos—. Son audaces. Se los reconozco.

—Le sería útil un poco de eso —respondió Natasha.

—El mundo está en peligro —dijo Ross—. ¿Y creen que está todo perdonado?

—No buscamos perdón —respondió Freya.

—Y ya no pido permiso —dijo Steve—. La Tierra perdió a su mejor defensor. Vinimos a luchar, y si quieres interponerte en nuestro camino, también lucharemos contigo.

—Arréstelos —exigió Ross.

—Estoy en eso —respondió Rhodey, antes de deshacerse de los hologramas—. Me gané un consejo de guerra. Es genial verte, Cap.

—Igualmente, Rhodey —sonrió Steve.

Freya dio un paso adelante y abrazó a Rhodey mientras Natasha hacía lo mismo. Mientras los saludos pasaban por el círculo, una voz detrás de ellos hizo que todos se congelaran.

—Mami, hay gente con el tío Rhodey.

Freya se giró y se quedó boquiabierta cuando vio a Aria Stark, la hija menor de Tony, de pie en la puerta—. ¿Esa es la pequeña Aria Stark?

—¿Tía Freya? —preguntó Aria, antes de sonreír—. ¡Mami! ¡Es la tía Freya!

Y luego Athena Stark dobló la esquina, colocando una mano sobre el hombro de su hija como protección automática. Cuando vio a Steve, Freya y Natasha, sus ojos ya llorosos se llenaron de más lágrimas y sollozó.

—¡Gracias a Dios que están aquí! —gritó Athena, corriendo hacia adelante para abrazar a Freya de inmediato.

Freya la abrazó con fuerza—. Escuchamos lo de Tony. Lo siento, Athena, pero estamos seguros de que estará bien.

—No es solo Tony —dijo Athena—. Son Lyanna y Peter también.

—¿Ellos fueron? —preguntó Freya—. Mierda.

—¡Mala palabra! —gritó Aria, señalando a Freya—. ¡Mami, eso es un dólar para el tarro de palabrotas de papá!

—Sí —dijo Athena, mirando a Aria antes de volver a mirar a Freya—. No sabía a dónde más ir después de ver las noticias. Vine directamente aquí y... vaya, ustedes se ven muy mal.

—Debieron ser dos años duros —dijo Rhodey.

—Sí, los hoteles no eran exactamente cinco estrellas —respondió Sam.

—Creo que lucen muy bien —dijo una voz detrás de ellos, y Athena sonrió.

—Sí... olvidé mencionar que encontré a alguien en mi camino hacia aquí —dijo Athena.

Bruce Banner dio un paso adelante—. Sí, he vuelto.

—Hola, Bruce —saludó Natasha.

Bruce la miró—. Nat.

—Esto es incómodo —murmuró Sam.

Freya le dio una palmada en el brazo—. ¡Amigo!

Aria agarró la pierna de Freya, deseando que la levantara. Obedeciendo los deseos de la niña, Freya la levantó en sus brazos mientras la niña la miraba expectante—. ¿Vas a encontrar a mi papá? ¡Había una gran nave espacial, como una dona! ¿Podemos comer donas?

—Te conseguiré todas las donas que quieras, cariño —prometió Athena, sintiendo que se le encogía el corazón al pensar de nuevo en Tony—. Todas las donas que quieras.

Aria sonrió—. Y cuando papá regrese, ¿podemos ir por hamburguesas?

—Sí —dijo Freya, ya que Athena parecía demasiado triste como para hablar—. Sí, podemos. Haremos que tu papá nos compre una hamburguesa por cada hora que no esté aquí. ¿Suena bien?

Aria asintió—. ¡Sí!

Freya abrazó a Athena sintiendo que la mujer la abrazaba de nuevo—. Estará bien.

Athena asintió contra el hombro de Freya—. Espero que tengas razón.

Aria las miró sonriendo—. ¡Yo también quiero abrazarte!

GRAVITY | Steve Rogers ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora