CAPITULO 46

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26 de mayo de 1889

Trataba de no picarse con las espinas que poseían las rosas rojas que han florecido; pudo haberle pedido a Carl que realizara el trabajo, pero hoy le habían dado el día libre y; además, prefirió ser ella quien cortara las flores pues su madre estaba realizando dicha actividad y pueden pasar más tiempo juntas.

— Ten cuidado, hija — advierte mientras dejaba su ramo en la cesta, pensaba en que podría realizar adornos dejando ramos en cada habitación de su hogar.

— Eso estoy haciendo — responde cortando el tallo y de igual manera, arrojándola a la cesta.

— ¿Ya estás preparada para tu recital?, ya se aproxima

— Sigo estando nerviosa, no quiero tropezarme en el evento y hacer el ridículo

— No digas eso, amor — juega con un mechón de su hija para pasarlo detrás de su oreja — Lo harás excelente y espero que cuando te pinches con el huso no duermas en verdad durante cien años

— Agradecida debería de estar la princesa por tomar una buena siesta — murmura con burla; sin embargo, en estar pensando en el escenario de que la pobre muchacha estaba tan dormida y tranquila, de la nada la rescata el príncipe interrumpiendo probablemente un buen sueño, terminó por pincharse el dedo con una espina, ocasionando que saliera un hilo de sangre, del mismo color que las rosas — Auch — tuerce la boca con dolor.

— Déjame ver — le muestra el dedo que seguía goteando de sangre — Te dije que tuvieras cuidado, por suerte no fue nada grave

—¿Eso quiere decir que vendrá un guapo príncipe en su corcel blanco a rescatarme de un desafortunado destino?

— Lo dudo, tu padre y tu hermano lo echarían a patadas de aquí; yo también lo haría

— ¿Y eso por qué?

— Porque mi yerno es Erick

— Tienes un punto a favor

— Ve con Marie para que te cure

— No quiero que use alcohol, duele mucho

— Pues primero se tiene que desinfectar la herida con agua y alcohol, así que, es necesario

— Ya voy, mamá — pone los ojos en blanco para luego ingresar a la casa, buscando al ama de llaves a la que no encontraba, pero detuvo el andar de una sirvienta — Mirela — la llama y la mujer paró sin dejar de sostener el cesto de sabanas blancas — ¿Has visto a Marie?

— Creo que se encuentra arriba

La buscó en la oficina de su padre, en su habitación y en la de su hermano, pero no hubo éxito alguno; así que decidió limpiar la sangre con agua del lavabo cuando ingresó al sanitario, para luego encontrar una venda y enredarla en su dedo a modo que deje de salir gotas de sangre.

Satisfecha con el resultado salió y sintió algo entre sus piernas, era Caramelo quien deseaba que su humana lo cargara como siempre lo hacía, incluso lo pedía en sentarse y extendiendo sus patas delanteras en dirección a ella para que comprendiera lo que estaba pidiendo.

— Ven aquí — ríe para cargarlo y colmarlo de besos, mismos gestos que fueron bien recibidos y de vueltos, solo que por lamidas que los animales consideraban como besos y una muestra de amor — ¿Quién es el perro más lindo del mundo? — hablaba con un tono de voz demasiado azucarado lo cual le encantaba al pequeño mamífero que movía la cola con suma emoción — Que adorable eres — lo abraza — Eres la cosita más preciosa del universo — suelta una risa debido a las lamidas que seguía dándoles — Ya, suelta — vuelve a reír — Vamos a la sala de juegos — comenzó a caminar hacia dicha habitación con su perro en brazos quien parecía estar a gusto con la transportación.

Innocent Soul: La Belleza De Un Alma Pura  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora