CAPITULO 17

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El conde se encontraba profundamente dormido, toda la noche había pensado en una solución para oír, pero los molestos ronquidos que la mayoría producían ocasionaran que no descansara debidamente, hasta maldecía a todos los que roncaban fuerte, se cubría la cabeza con la almohada, pero ni es funcionó hasta que el sueño le ganó a las tres de la mañana.

Más se despertó temprano por alguna razón, una presencia que sintió enfrente suyo, abriendo los ojos con dificultad miró borroso unas figuras extrañas; tallando sus ojos suavemente para que sus ojos volvieran a enfocar a aquellos hombres enfadados y con cara de pocos amigos.

— ¿Puedo saber qué ha pasado? — pregunta confundido.

— Solo una nueva noticia — habló uno de ellos — Que tú y tus amiguitos caminaran por la plancha con las manos atadas — dicho esto los demás lo tomaron de los brazos impidiendo el que se moviera o pudiera atacarlos.

Lo llevaron hacia la cubierta en donde estaban ya los demás, con arma en mano y como rehén tenían a Mackenzie, atada de pies y manos con una expresión de alarmada, ya que ninguno de los dos se esperaba aquello.

Es así como lo ataron de igual manera impidiendo que se escapara para lanzarlo al suelo como la chica, quien solo se dedicaba a sollozar en silencio, confundida, ¿cómo era que ya sabían todo?

— Lo hicieron bien, muchachos — de pronto apareció aquel de saco marrón elegante — Pensé que serían un poco más listos en atraparme

— Así que, ¿sabías la razón por la que estaba aquí?

— Más o menos, solo había escuchado que un tal perro guardián de la reina iba detrás de mí, es así como ayer envíe a algunos de mis hombres a buscar información de ti, deberían de ser un poco más listos, ¿no creen?

— ¿Dónde tienes a los que capturaste?

— Creí que lo habías descubierto — suelta una risa — Estaban justo debajo de tus pies ayer y ni siquiera te diste cuenta — miró a uno de los piratas — Franz, ¿por qué no les das de comer a los tiburones?

—Como ordene, capitán — dicho esto comenzó a girar una palanca haciendo que saliera una gran jaula con todos los aprisionados aferrándose a los barrotes de dicha prisión en la que estaban.

— ¿Dónde está ese hombre flacucho que los acompañaba?

— No lo pudimos encontrar, pero enviamos a Ruffus y a Wolf a buscarlo

— Ya no tiene caso, para cuando trate de llegar con la policía ya estaremos lejos de su alcance

— ¡No te vas a salir con la tuya, crapuloso!

— ¡Ja!, tonta, ese insulto no cuenta porque no sabemos qué significa

— Claro que sí cuenta

— Claro que no

— Sí

— No

— Que sí

— Que no

— ¡Suficiente!, ¡deja de discutir por idioteces!

— Perdón, jefe

— Agh, bajen la jaula y asegúrense de que se ahoguen, después serán esos mocosos los siguientes — los apunta con su espada.

— Me temo que no puedo permitir eso — de pronto las cadenas se detuvieron al igual que la jaula quedando solo a la mitad del barco.

— ¡Qué está pasando!, ¿eso son cubiertos? — estaba confundido al ver que lo que detenía su trabajo eran unos simples tenedores justamente muy enterrados que ni siquiera podría sacarlos con todas sus fuerzas.

Innocent Soul: La Belleza De Un Alma Pura  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora