Capítulo 14.

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Capítulo 14

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Capítulo 14.

Volví a estar en mi paraíso personal, donde era devorada a besos por Adrián. Todavía cargándome y apoyándome contra la pared, abrió mi bata de seda como pudo y con frenesí lamió las partes expuestas de mi cuerpo, haciéndome sentir cosquillas a la vez que sentía como mi piel quemaba por el deseo y la lujuria.

En cuanto su boca se dirigió hacia mi cuello, entrecerré los ojos y no paré de jadear al sentir como lamía y besaba ese rincón de mi cuerpo, donde muchas veces escondía sus ojos cuando se sentía totalmente vulnerable. Realmente, estaba desesperada por tenerlo adentro de mí. Sin embargo, sabía que de los dos no era la única que sentía excitación y desesperación, ya que él no dudó en bajar su pantalón de lana para rozar su pene contra la abertura de mi vagina. Estaba mojada, lista para recibirlo cuanto antes.

—¡Oh, Dios! —gimoteé por el extremo gusto que experimenté al sentir que comenzaba a penetrarme—. Uf, ¡papi rico!

—Ya te perdoné, pero pídeme perdón mientras te hago venir —gruñó al elevar mi cuerpo de arriba hacia abajo una y otra vez, causando que sus penetraciones fueran bruscas, pero muy placenteras.

Ah, perdón —gemí.

Con más brusquedad, me adhirió con decisión contra la pared mientras mis pechos se movían sobre su rostro.

—No, puedes hacerlo mejor —me exigió, pero yo no podía parar de gemir.

—Andy...

—Pídeme perdón por todo, maldita sea —sus fuertes penetraciones hacían que yo mojara más nuestros sexos.

—¡Oh, Dios! —chillé—. ¡Papi!

—Te pedí una cosa muy simple —todavía cargándome contra la pared, agarró mi cuello con decisión mientras sus caderas continuaban moviéndose sobre mi entrepierna.

—Perdón, Andy —gemí por lo bajo, ahorcada por su mano mientras llegaba a un delicioso orgasmo.

—Creo que no escuché bien —detuvo sus movimientos, causando que mi cuerpo temblara por la desesperación.

—¡Perdón, papi rico! —gemí con fuerza, como una fiera en celo—. ¡Por favor, perdóname! ¡Haré lo que tú quieras!

Su sonrisa llena de seguridad volvió a dibujarse en su rostro y sus ojos verdes se oscurecieron aún más. Su lado dominante se había apoderado de él y tenía que admitir que me encantaba.

—Ya lo estoy haciendo, bebé —susurró en mi oído al continuar ahorcando mi cuello con su mano, moviendo sus caderas nuevamente, penetrándome lentamente, pero con rudeza—. ¿Recuerdas cuando me retaste por mensajes? —tiró del lóbulo de mi oreja con sus dientes—. ¿Cuándo me preguntaste con sarcasmo si te ahorcaría? —sonrió de forma perversa sobre mi mejilla—. Te dije que lo haría mientras venía adentro de ti, recordándote en francés lo malcriada y desobediente que eres.

—Wayne, por Dios... —entrecerré los ojos al sentir su líquido caliente en mi interior al moverse lentamente.

Ma fille coquine —jadeaba una y otra—. Désobéissant, ma pute —cuando se mordió el labio inferior sobre mi oreja mientras continuaba sintiendo su semen en mi interior, sentía que volvería a llegar a un delicioso orgasmo. Realmente, sabía como seducirme con sus palabras.

Con los ojos entrecerrados, acaricié sus hombros y su espalda remarcada como pude, dejando que me dominara y me poseyera como deseara. Sin embargo, era momento de sorprenderlo un poco:

Je veux plus, s'il vous plait —gimoteé por lo bajo, relamiendo mi labio inferior.

Por un momento, despegó su rostro del mío y me dedicó una mirada destellante y llena de perversidad. Estaba sorprendido de mi respuesta.

Tu veux plus? —me guio hacia la cama, aún con su miembro en mi interior—. Todavía tienes el descaro de pedirme más en francés —no pudo ocultar su sonrisa ante mis ojos, a pesar de que su lado dominante seguía intacto en su actitud del momento.

—No soy una políglota como tú, pero siempre aprendo mucho de ti, señor director —acaricié mis pezones bajo su cuerpo, mirándolo muy coqueta y segura de mi seducción—. En todos los aspectos, papi.

—No sabes cuanto me afecta que me digas así —acomodó mis piernas a cada lado de sus caderas, moviéndose lentamente con su semen en mi interior.

—Sí que lo sé —gemí al mismo tiempo que chupé algunos de mis dedos en sus narices, mientras que él continuaba penetrándome.

—Dame, no disfrutes sola —agarró mi muñeca y apartó los dedos de mi boca para llevarlos a la suya, mordiéndolos y chapándolos, sintiendo como sus estocadas volvían a agilizarse.

Mmm, papi —gemí—. Quiero estar así contigo toda la noche.

Cuando besó mi muñeca con adoración, sus ojos verdes se fijaron en los míos desde su dominante posición.

—Tenemos toda la madrugada y todo el día —agachó su cuerpo y sus labios se posaron sobre los míos, regalándome besos ardientes y apasionados.

Mientras nevaba y la noche de invierno era hermosa, a pesar de lo que había ocurrido, Adrián y yo hicimos el amor con más suavidad y calma luego del arrebato del primer acto, amando y adorando nuestros cuerpos como solo sabíamos hacerlo.

—Siempre estaré para ti, pase lo que pase —me dijo cuando calmábamos nuestras respiraciones luego de que ambos llegamos al orgasmo una ve más. Habíamos perdido la cuenta de los clímax. Incluso, de los minutos y horas—. Al menos es mi manera de demostrarte que verdaderamente te amo —concluyó su sentir al rozar sus dedos con los míos cuando elevé mi mano, disfrutando de nuestra conexión sexual y espiritual.

—Lo sé, ojitos bonitos —acaricié su mejilla con delicadeza, mientras que ambos seguíamos desnudos, con nuestros sexos unidos al igual que nuestras cálidas pieles—. Quiero que estés consciente de que sé perfectamente que me has demostrado que me amas. Solo espero que también puedas ver lo mismo cuando se trata de mí.

—Claro que sí, mi amor —sujetó mis mejillas y plasmo besos en mi rostro y en mi cuello, escondiendo sus ojos justo ahí para que yo acariciara su cabello lacio que se encontraba alborotado.

«Nere, el dominante ya había desaparecido y el niño que buscaba mimos había vuelto».

🔹

A la mañana siguiente, me desperté por las ganas de hacer pis. Adrián dormía plácidamente sobre mis pechos mientras fruncí el ceño por la claridad de las puertas que se dirigían al balcón de la suite. Por alguna razón, me sentía extraña y muy cansada, más de lo que acostumbraba después de un día largo en donde también hubo sexo.

Cuando me desplacé discretamente sobre la cama para no despertar a Adrián, me puse en pie y caminé hacia el baño. Sin embargo, cuando hice pis y cepillé mis dientes, me dirigí hacia la habitación para recoger el desorden que habíamos dejado desde que entramos por primera vez en la suite.

Sonreí como una niña pequeña cuando levanté nuestras ropas limpias que ni siquiera duraron puestas en nosotros. No obstante, cuando me percaté de que los trajes de protección continuaban en el suelo y en una esquina, no dudé en recogerlos. No sabía que hacer específicamente con ellos, pero suponía que lo más apropiado era tirarlo a la basura, ya que no había un bote de desechos biomédicos cerca.

Ay, no —susurré con los ojos engrandecidos cuando me percaté de que mi traje de protección tenía un agujero en la parte inferior—. Mierda —comencé a preocuparme a la vez que asumí que se debió romper en la explosión que sufrí junto a mi madre y Arnold.

MCP | La Cura ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora