Prólogo.

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Prólogo

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Prólogo.

No paraba de llorar. Aunque lo intentaba, me era imposible al sentir como me dolía hasta el alma. Prácticamente, mis lágrimas se escapaban de mis ojos como si no hubiese un mañana. Le había roto el corazón al hombre que amaba para que no me siguiera hasta el otro lado del mundo. Quizá hasta lo había decepcionado, pero no podía permitir que dejara el hospital a la intemperie. Además, era lo único que se me había ocurrido en un momento tan desbordante para mí. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que me tenía el corazón hecho añicos. Realmente, me sentía muy mal.

Las cosas no pudieron haber sido peores después de que la noche anterior la habíamos pasado de maravilla. A Adrián lo habían nombrado oficialmente el próximo dueño del «Hospital General de Puerto Rico» en mi graduación, justo en el momento donde también me habían nombrado médica residente de manera oficial. Sin contar que él tenía planificado pedirme matrimonio formalmente en las escaleras del Centro de Convenciones en el momento que comenzó la cuarentena en el país.

«¿Qué más podía hacer?», pensé con impotencia al continuar llorando en silencio y sorbiendo por la nariz.

No quería involucrarlo en más problemas y menos si eran causados por las decisiones personales de mis padres. No podía permitirme ni darme el gusto de que él arriesgara su posición de trabajo para resolverme cada situación que se presentara con mi familia. Además, él había trabajado muy duro para llegar hasta donde se encontraba y yo era consciente de eso.

Las palabras que le dije antes de dejarlo me dolieron, pero si no lo hacía de manera brusca, él se hubiese ido detrás de mí. En el fondo, no podía culparlo de callar algo tan delicado como el hecho de que mi padre estaba vinculado con la cura del virus MERS Recov-2. Adrián solo actuó debido a las circunstancias e hizo lo que creyó que debió hacer en el momento para que millones de vidas tuviesen la posibilidad de salvarse.

Solo esperaba que entendiera mi posición como hija, pues, no podía quedarme de brazos cruzados viendo como mis padres se encontraban al otro lado del mundo cuando miles y miles de personas morían por un virus mortal. Estaba segura de que Adrián hubiese hecho lo mismo por sus padres si fuese el caso. Es más, estaba completamente segura de que si los dos estuviésemos en la posición de mis padres, ambos hubiésemos hecho lo mismo bajo cualquier circunstancia.

Miss, are you sure it's okay? —me preguntó una de las azafatas—. It's that you've been crying for most of the flight and I was wondering if you wanted a tea for that.

Era cierto, llevaba casi todo el vuelo llorando, porque cada vez que me levantaba entre horas, lo único que hacía era lloriquear por lo bajo como una niña pequeña. A cada momento la única imagen que llegaba a mi cabeza era cuando Adrián se había arrodillado ante mí suplicándome que no me fuera. No sabía si podía lidiar con eso y vivir sin el hombre que amaba con todo mi ser, pero mi prioridad en el momento eran mis padres. Especialmente, mi madre, ya que necesitaba que estuviese sana y salva.

Sorry —esparcí mis lágrimas sobre mis mejillas y cubrí mi nariz con un pedazo de servilleta—. Don't worry. I'll calm down —tomé una bocanada de aire y recompuse mi postura sobre el asiento.

La azafata asintió ante mi respuesta y otra se acercó para hablar con ella. Luego que ambas intercambiaron palabras, la que hablaba español se dirigió a mí:

—Bien, el avión estará aterrizando en media hora —me entregó un equipo nuevo con mascarillas con guantes. Era la segunda vez que lo hacía, ya que la primera fue antes de acceder al avión. Las medidas cada vez se ponían más restrictivas y eso estaba bien. El virus era extremadamente contagioso—. Solo puedo decirle que en Francia está siendo un caos, así que le deseo suerte —enarcó las cejas, como si se apenara de mí.

—¿Gracias? —respondí con cierto sarcasmo. Luego cambié la mascarilla que había utilizado por la nueva que me había entregado y volví a desinfectar mis manos.

No la culpaba, porque hasta yo era consciente de que me dirigiría directamente hacia el caos, justo donde se encontraba uno de los epicentros de mayor contagio por el virus. No obstante, haría lo que fuese necesario para cuidar de mis padres y de mí.

🔹

—Damas y caballeros, en algunos minutos el vuelo 26 de American Airlines estará realizando el aterrizaje en el Aeropuerto Internacional de Paris-Charles de Gaulle en Francia. Estamos sumamente agradecidos por su necesaria paciencia y espera —informaba en español una de las azafatas a través del alta voz del avión—. Les recuerdo que el país se encuentra en una crisis de salud pública y por tal razón se les estará entregando más equipos sanitarios para su protección una vez que salgan del avión. También debo recalcar que luego de que salgan al exterior, la compañía de aviones y los aeropuertos de llegadas y salidas no se harán responsables de sus decisiones y medidas de exposición hacia el virus MERS Recov-2.

Había llegado el momento de exponerme a una situación caótica que jamás imaginé. Lo que había visto en informes y medios noticiosos se hacía realidad en todos los sentidos. Mentiría si hubiese dicho que como médica residente estaría preparada para enfrentar una enfermedad mortal en un país que no conocía. Sin embargo, solo esperaba que lo que me sucedía con mi familia no fuese en vano. Solo quería que se cumpliese el propósito que nos había puesto en la posición que nos encontrábamos.

La cura...

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