Capítulo 2.

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Capítulo 2

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Capítulo 2.

El tumulto de algunas personas contra algunos empleados del hotel era más que evidente en la entrada principal. Incluso, estaban forcejeando unos con otros mientras una persona convulsionaba en el suelo.

—Señorita Doménech, estar aquí es muy peligroso. Hay muchas personas infectadas por el virus. Ver a alguien colapsar en cualquier lugar está sucediendo todo el tiempo —Arnold intentó detenerme—. Espere, no se acerque demasiado.

Después de pensarlo mejor un par de segundos, comprendí que tenía razón. No podía arriesgarme a contagiarme. Mucho menos cuando me encontraría con mis padres y el doctor Andrés Wayne. Sin embargo, no dudé en pedirle a Arnold que llamara a una ambulancia para que llevaran a la persona a algún hospital donde estuviesen tratando los casos de contagio.

—Señorita Doménech, ¿qué cree que hará? —Arnold engrandeció los ojos al ver que me dirigí hacia la cajuela del vehículo. Cuando le pedí que la abriera, lo hizo extrañado, negando con la cabeza.

Abrí mi maleta desde el interior de la cajuela y busqué una manta que había traído. Rápidamente, la lancé hacia las personas que intentaban ayudar a la mujer que convulsionaba sobre el suelo y les indiqué que la pusieran bajo su cabeza y su nuca para estabilizar esa área de su cuerpo mientras el suceso continuase. La situación ya era caótica para la pobre, pero podía empeorar si se golpeaba y lastimaba la cabeza.

—¿Qué sucede con ella? —me preguntó una de las personas que la rodeaban al mostrarse preocupada.

Le expliqué que la mujer tenía fiebre alta y que probablemente había entrado en estado de shock. La sudoración en su rostro y en las demás partes de su cuerpo era excesiva, así que era lo más probable de acuerdo a todo lo que había podido investigar y estudiar del virus independientemente. No obstante, cuando el ataque de convulsión cesó, les indiqué que debían cambiarla de posición y colocarla hacia un lado para que pudiese respirar mejor. Sin embargo, no podía evitar pensar que era muy probable que todos a su alrededor estaban expuestos a un posible contagio y que yo estaba peligrando en el momento al igual que mi madre.

—La ambulancia ya está en camino —les avisé al escuchar que la ambulancia estaba llegando—. Los demás también deberían ir al hospital para que se realicen las pruebas clínicas correspondientes.

Todos asintieron y cuando la ambulancia llegó para recoger a la mujer que había estado convulsionando, me dirigí hacia Arnold, quien parecía sorprendido de mis acciones llenas de seguridad ante la situación que se había presentado. Le indiqué que lo mejor sería que entráramos por otro lado, ya que quería evitar la aglomeración de las personas que se alojaban en el hotel.

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