Capítulo 8.

10.8K 1.4K 274
                                    

Capítulo 8

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 8.

—Andy, ¿cómo me encontraste? —le pregunté totalmente sorprendida, sin apartar mis manos de su rostro cubierto por el plástico del traje de protección—. O sea, sé que tengo un jodido rastreador en mi muñeca, pero me hallaste exactamente aquí —le dije muy sorprendida.

—Te sorprenderías qué tan avanzada puede ser un poco de tecnología discreta —parpadeó repetidas veces, examinando mi expresión—. Pensé que estarías en el interior del hospital, pero el rastreador me guió hasta aquí. ¿Por qué mierda estás aquí afuera?

—Mierda, tengo que encontrar a Noah —le dije cuando me ayudó a levantarme del suelo—. Una turista perdió a su hijo en una explosión que también pasó aquí. Ella tiene el brazo quebrado y me pidió desesperadamente que fuese por él.

Adrián asintió y comenzó a observar a nuestro alrededor, sujetando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos.

—¿¡Escuchaste!? —engrandecí los ojos cuando volví a escuchar su llanto—. ¡El ruido viene de allí! —señalé un vehículo volcado que se encontraba junto a muchos escombros.

—Ven —tiró de mi mano y caminamos hacia la dirección que señalé, ambos observando en diferentes direcciones, como si estuviésemos siendo perseguidos, pues era como nos sentíamos, amenazados y asustados por personas desconocidas—. Aquí está —me soltó por un momento y se acercó hacia el niño asustado que lloraba junto al vehículo volcado, ya que se mantenía escondido—. A pesar de las circunstancias, no parece gravemente lastimado.

—Menos mal, porque su madre se quebró un brazo —le expliqué—. Es por eso que Arnold tuvo que detenerla y calmarla, porque quería ir por su hijo en las condiciones que se encontraba. Es por eso que salí a buscarlo.

Adrián asintió y se mantuvo en silencio, acercándose al niño poco a poco, ya que no quería asustarlo y que se fuese a huir cuando lo único que queríamos hacer era llevárselo a su madre. Ni siquiera sobrepasaba los siete años, así que solo podía imaginar como el ojiverde debía sentirse al ver a un niño perdido, asustado y llorando, porque eso podía reanimar los trágicos recuerdos de su triste infancia.

—No tengas miedo. Solo voy a sacarte de aquí —Adrián se agachó y lo sostuvo como pudo, cargándolo en brazos para comenzar a caminar a mi lado.

—Si te sientes incómodo, no te preocupes, yo puedo cargarlo —le dije mientras nos dirigíamos hacia el hospital.

—Puedo hacerlo —espetó—. A todas estas, ¿por qué viniste hasta aquí cuando te ordené claramente que debías dirigirte hacia donde están nuestros padres?

MCP | La Cura ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora