(+21) (Libro 5) Lo inevitable no solo ha desatado una ola de emociones dolorosas entre Adrián y Alysha por la decisión que ella ha tomado en base a la pandemia global a la que se enfrentaban, sino que una serie de sucesos al otro lado del mundo, los...
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Capítulo 50: Final.
Había perdido la noción del tiempo mientras esperaba con desesperación a Adrián. No quería aceptar lo que había ocurrido y todavía tenía esperanzas de que entraría por la puerta de abordaje.
—Hija, ¿te sientes mejor? —mi padre tocó la puerta del estrecho baño—. No has parado de vomitar y estamos preocupados —me dijo desde el otro lado.
Presioné los párpados al intentar tomar bocanadas de aire y con la esperanza de que las náuseas cesaran, pero no era así. Los síntomas del embarazo y la serie de sentimientos emocionales hacia lo que había ocurrido, me hacía reaccionar de la peor manera. Incluso, ya me dolía la garganta y sentía mi boca reseca.
—Salgo en un momento, padre —le dije con la respiración agitada.
—Entonces, aquí te espero —me avisó, ya que realmente se sentía preocupado por mi estado de salud física y emocional.
Cuando sequé las lágrimas sobre el borde de mis ojos y mis mejillas, tomé una bocanada de aire y salí del baño, intentando mantener la compostura para no perderme en la locura. Incluso, mantenerme en pie me estaba costando muchísimo, ya que solo quería echarme a morir en mi tristeza y vacío existencial.
Mis acciones ante mis padres y mi suegro eran claras. No sabía si podría continuar sin Adrián y era justo cómo me sentía. Quería creer que sí podría hacerlo a pesar de que ya no estuviera más en mi vida, porque al menos me había quedado con el regalo más grande que pudo haberme hecho de manera inconsciente, pero en realidad no era así, sabía y sentía que también lo necesitaba en mi proceso de embarazo, así como su hijo o hija lo necesitaría cuando llegara al mundo y se preguntara por él.
—Ven aquí, cariño —mi padre extendió sus brazos y volvió a abrazarme con fortaleza, besando mi cabeza—. Siento tanto que todo esto esté pasándote. De verdad que lo siento mucho. Ojalá estuviera en mis manos poder remediarlo.
De repente, el doctor Andrés Wayne se dirigió hacia nosotros, mientras que algunos agentes de la OMS lo seguían. Cuando se acercó por completo, soltó un pesado suspiro y bajo la cabeza antes de articular palabras.
—Me temo que tenemos más inconvenientes —nos informó de repente—. Nos están recomendando irnos de inmediato, porque estamos en pleno invierno y se aproxima un frente de frío que podría retrasar nuestro vuelo.
—Pues, esperemos —espeté—. Así podremos esperar a Adrián.
Mi padre y mi suegro intercambiaron miradas. Luego ambos intercambiaron palabras con los agentes y volvieron a dirigirse a mí.
