Capítulo 9. Cuando hay nieve enciende una fogata. (1)

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El aire se enfrió, los colores anaranjados, amarillos y rojos por la caída del sol se perdieron en un tono oscuro y opaco. Puntos brillantes adornaban el cielo y la luna comenzaba a tomar una forma más clara.

Olor a sangre y veneno flotaba alrededor.

A Carsein le costaba respirar, la espada en sus manos era sostenida por la fuerza de voluntad en su espíritu, el agarre se debilitaba en los pocos fragmentos de segundos dejados entre los asesinos y él. Pestañeó debió a la sangre que corría por la esquina de su ojo, dificultándole la visión, apenas quitándose la sangre con la mano, empeoro por el sudor y la suciedad.

Usando ese momento de distracción por el corte, el segundo asesino escapó por el punto ciego de Carsein, internándose en el bosque y yendo tras las pisadas de Jieun.

Maldijo por lo bajo, intentando ir tras él, frenándose por la espada que apuntaba a su cuello, girándose rápidamente y deteniéndolo con su propia espada.

Las espadas chocaron una contra otra liberando chispas producidas por la colisión de los metales. La fuerza aplicada por el remate, empujó a ambos a una distancia de tres pasos por cada uno.

Escuchó la risa divertida del asesino, devolvió su espada a la vaina en su cintura, cambiándola por una nueva daga brillante.

Su contrincante balanceaba la daga de una mano a otra, exudaba confianza aún con heridas profundas y cortes leves, sus propias ropas ya estaban manchadas de sangre oscureciéndose.

Rechinando los dientes Carsein apretó su espada, yendo por un golpe directo.

Atacando de frente, el asesino le esquivó y clavó sus últimas dagas en el costado de Carsein, rematando con una patada por la espalda.

Al verlo retorcerse de dolor en el suelo, el asesino sonrió debajo de su mascar. Secando las gotas de sudor y siendo consciente de sus propias heridas por la espada de Carsein. Un talento maravilloso que nunca alcanzaría la plenitud de su verdadera habilidad.

El asesino se lamentó de tener que matarlo.

Sacó su espada de la vaina y apretando el mango en sus dos manos, eligió darle una muerte rápida sin dolor como la única muestra de piedad que recibiría de su parte.

El brillante filo se oscureció por la noche, el sonido del viento siendo cortado por el metal resonó y antes de tocar la carne viva, trocear los vasos sanguíneos y romper el hueso, un chorro de sangre con un grito animal resonó entre los árboles.

La espada del asesino se deslizo de sus manos, la punta se clavó en el pasto sangriento y húmedo. El asesino perdió su centro de equilibrio, cayendo sobre sus nalgas siguió gritando sin descanso sujetándose la pierna cortada.

De entre sus dedos fluía la oscura cascada carmesí, cubriéndole la mano.

Dada la oscuridad de la noche temprana no se pudo ver el hueso asomándose por entre las telas húmedas rasgadas.

Apretó los dientes tragándose el dolor, reemplazándolo por la furia pura de ser atacado sorpresivamente por el hombre que ya consideraba en el otro mundo. Justo cuando sus ojos se alzaron y la mirada agria se apreciaba por la poca luz de la luna, el siguiente corte de la espada llego a sus brazos, un grito agónico no fue contenido. Se derrumbó en el suelo, volviéndose un ovillo.

Exclamó maldiciones hacia Carsein, él hizo oídos sordos.

Sus ojos azul cielo se destacaban en la profunda oscuridad, y los una vez luminosos par de ojos del aclamado espadachín, se enfriaron como dos témpanos de hielo.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora