Capítulo 10. Cuando hay nieve enciende una fogata. (2)

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Una poderosa esencia de muerte, podredumbre y sangre alejó a los animales pequeños, atrayendo la atención de los depredadores hambrientos.

Desgraciadamente ni sus dientes ni sus estómagos complacieron a su necesidad de alimento.

En medio del campo que presencio una masacre de sangre entre dos individuos, era visitado por un tercero, cubriendo su boca con la manga de sus ropas.

Caminó hasta el cuerpo del asesino, retirando la daga en su cuello y cerrándole los ojos. Guardó el instrumento letal en una bolsa de tela de doble cubierta, atándola a su cadera.

Yendo al otro cuerpo, dio una rápida mirada a su exterior, entrecerrando los ojos con atención, notó los pequeños espasmos en su espalda.

Suspiró aliviado.

De entre sus ropas sacó una caja rectangular alargada de color gris. Se arrodilló y abrió la caja. Inspeccionó con las yemas de sus dedos la espalda del hombre, deteniéndose en un punto de su espalda, específicamente la columna, cerca de la cintura.

Asintió para él y tomó una aguja, la más grande, clavándola en el punto tocado por sus dedos. El hombre proliferó un grito, después se quedó callado y su cuerpo paro de temblar.

Continúo aplicando aguja tras aguja en su espalda, pasó a las piernas y al tener varias clavadas en partes de su cuerpo, junto las palmas de sus manos por encima de su espalda.

Un brillo verde se espesó alrededor, puso sus dedos en diversas posiciones y con el mínimo toque impregnó la primer aguja con la espesura verde, enviándola a todas las agujas como receptoras.

Primeros auxilios completados.—Dijo, masajeando su hombro.

Tomó las agujas de regreso, empezando por la última de estas y presionando su dedo índice y medio en la zona donde se clavó.

Con todas sus agujas en su caja, cargó al hombre inconsciente en su hombro, cuidando que su espalda estuviera hacia arriba. Recogió la espada, alejándose del lugar.

Pronto los animales descenderían y se llevarían el cuerpo del otro. No necesitaban hacerse cargo de él o quemarlo, ya tenía lo que necesitaba de este —la daga—.

Sopló aire agitando los cabellos que caían de su frente.

Aún pensaba en la excusa optima que su maestra creería una vez que ella regresara de su recolección de hierbas e información por las fronteras. Y decir la sincera verdad era más ridículo que la idea de Chang Xue sobre rescatar a Lian Hua de un temible maestro de energía oscura.

En primera, porque los maestros de energía oscura fueron una vez respetables conocedores del Chi.

Y en segunda, hace quinientos años que los malvados maestros de energía oscura han dejado de existir.

Prácticamente el mismo Chang Xue es un heredero de esa habilidad.

Sigue siendo un niño, tampoco es que pueda confiar ciegamente en que tendrá sentido común.

Reforzando su agarre en el cuerpo del hombre inconsciente, saltó de una en una entre las ramas del árbol, alcanzando la copa y observando el bosque extenderse por kilómetros.

Sosteniéndose solo por la punta de sus zapatos, inhaló profundo, exhalando lentamente. Abríos los ojos de golpe e impulsándose, salió disparado de un árbol a otro.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora