Capítulo 1. Los dados vuelven a lanzarse. (1)

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***

En mi vida había vuelto a sentir tal dolor.

¡Momento!

¿De cuál vida estoy pensando?

Suspiro, pasándome el dorso de la mano por la frente, secando las gotas de sudor.

No tiene sentido sacar los trapos sucios a la luz, me va a dar un dolor de cabeza y JUSTO AHORA, es lo que menos necesito.

¡Espere!, ¡Lord, espere!

Escucho un ajetreo al otro lado de la puerta, es ridículo considerar quien sería el individuo capaz de ingresar a la habitación de una mujer que recién dio a luz.

—"Y entra en 5... 4... 3... 2... 1" —Cuento sin levantarme de mi posición boca arriba en cama, es gracias a las almohadas colocadas a mi espalda que puedo estar un poco reclinada.

De un solo golpe la puerta se abrió. Las sirvientas y la matrona se abstienen de advertirle o pedirle que se retire. Es obvio que no las va a escuchar.

¡Nunca escucha!

Camina. No, corre hasta mi en cama y me sostiene la mano, revisa mi temperatura e incluso peina los cabellos esparcidos por la almohada, sino estuviera tan cansada me burlaría en su cara.

¡Ja!, imaginarlo a él tan preocupado por mi...

Ni en mis más bizarras pesadillas.

¿Cómo estás? —Me pregunta, sus ojos azules resisten las lágrimas, son serios pero dulces.

Hm, quiero dormir y comer. ¿Tú qué tal?

Ja, ja, ja. —Ríe, negando de un lado a otro. Apoya mi mano contra su frente. —Eres una mujer irremediable.

Antes de que pueda responderle, la matrona y una sirvienta cargan dos pequeños bultos envueltos en sábanas blancas y una frazada roja por cada uno.

Mi corazón está latiendo, golpea con fuerza mi pecho, la mano firme que me sostiene tiembla y aprieta su agarre, se aleja unos pocos pasos, permitiendo a las dos mujeres colocar cada pequeño bulto en mis costados.

Al tener al primero sujeto por mi mano derecha, pronto llega el segundo, mi mano es liberada y me permite abrazarlo.

Las palabras se me escapan, he perdido la capacidad de pronunciar cualquier tipo de frase bravucona, embustera o carente de sentimentalismo. Desde aquel día, hasta hoy, es la primera vez que se me permite cargarlos con aprecio y amor.

Un amor que no conocerá del final, que nunca morirá, un amor honesto.

¡Felicidades!, ¡Lord y Madame Raudur!

Exclama extasiada la matrona, resistiendo las lágrimas a diferencia de las sirvientas que no paran de moquear.

¡Tienen dos bebés saludables!, ¡El mayor es el niño y la menor es la niña!

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora