Capítulo 21. Y vivieron felices... (1)

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Había sido un tiempo desde la última vez que vio a tantas personas reunidas, recordándole, a las multitudes de las calles en Corea.

Porque estas personas reunidas, no se inclinaban, la alababan o hacían reverencia a cada uno de sus pasos, considerando su existencia como un milagroso regalo.

En este momento ella era una plebeya, una viajera de ropas extrañas junto a su pequeño grupo de camaradas, deteniéndose en un pueblo cualquiera del Imperio para reabastecer sus provisiones y comprar telas que servirían de materia prima en sus vestimentas.

El vendedor le cuestionó si eran del país de Lua, dado que sus ropas, por lo que había oído hablar en la Capital, eran parecidas, al estilo que la princesa de dicho país trajo en su llegada a la selección de Reina Concubina para el actual Emperador Ruveliss.

Maldijo un poco su suerte, Zen estaba terminando las negociaciones de sus remedios herbales con el dueño de una pequeña boticaria en el pueblo, a falta de un médico, las personas de ese lugar tenían que confiar en elíxires, ungüentos, hierbas o un milagro que resultara en la combinación perfecta para curarlos.

El hecho era, que lo que Zen y Liver preparaban con hierbas y otras cosas recogidas por los alrededores del bosque, eran más eficaces que cualquier otro potaje que pudieran traerles los mercaderes incluso ser examinados por un médico capacitado. Y sus opiniones de comparación alcanzaron a los sacerdotes del Templo de Vita. Ella coincidía en ese aspecto. Un lugar repleto de milagros, santificado, poseedor de gran poder, es, de todos, el único lleno de maldad y pecado que necesita ser purgado más de una vez.

Ella suspiró, pagando con las monedas de bronce y un par de plata al vendedor de la tienda.

Mantuvo una gran sonrisa, dando paso a sus dotes de actriz, explicándole, que provenían de un pequeño pueblo olvidado en las tierras de Lua, decidieron probar suerte y comenzar a viajar, cuando se enteraron de la travesía de la princesa al Imperio de Castina, vieron su oportunidad en nuevas tierras.

—¿Negocio? —Preguntó desconfiado, cruzándose de brazos.

Ella no dejó caer su sonrisa, explicando con lujo de detalle en que se basaba su negocio.

—¿Cómo dijiste que se llama?

—Circo, señor. Un circo ambulante. Nos detenemos en los pueblos, nos instalamos y damos todo un espectáculo a los residentes, cobramos una pequeña suma por la entrada y luego de un tiempo nos retiramos, partiendo al siguiente pueblo.

—...

El vendedor parecía escéptico e intrigado, lo cual era perfecto. El concepto de circo y la palabra ambulante, no se relacionaba a nada que se hubiera visto en el Imperio, ni estaban cerca de crearlo por lo que sus memorias acumuladas le indicaban.

Y con sus ropas parecidas al atuendo chino antiguo, podía hacer valer su palabra de artistas viajeros dedicados a la diversión y regocijo de sus espectadores.

—¡Vaya! Entonces, estaré ansioso por ver su espectáculo.

—Por supuesto, señor. Sera un placer.

El vendedor dijo aquello para probarla y ver si tambaleaba en su decisión, obviamente respondió con mayor energía, recogiendo sus compras y despidiéndose.

Su dichoso espectáculo nunca aparecería y antes de que pudieran ir a buscarlos o que informaran al Lord de esas tierras, ellos ya estarían bastante lejos en su viaje y Carsein estaría a mitad de camino de la Capital.

Un plan perfecto.

Se encontró con Zen a mitad del pueblo, el muchacho de cabello rosa cuidaba los sacos de comida y guardaba el resto de dinero en un pequeño monedero atado a su cuello como cebo, el resto de su ganancia la ocultaba en bolsillos interiores de su ropa.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora