Extra 3. La familia que olvide. (1)

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***

Mirando a través de la ventanilla en el modesto coche, los brillantes pares de ojos negros se abrieron con asombro.

Un paisaje totalmente nuevo y desconocido se mostraba delante de ellos. Rápidamente giraron sus rostros para verse el uno al otro.

—¡Increíble! —Exclamó la niña de coletas azules con un esponjado vestido rojo con adornos rosas.

—¡Si!, ¡Todos usan ropas raras como las que nos pusieron! —Exclamó igualmente el niño de cabellos rojos con un traje de dos piezas en color negro y rojo.

Una gran sonrisa se extendió por sus labios.

Los dos adultos que los observaban silenciosamente sentados en sus asientos reprimieron una pequeña risa. Era enternecedor que sus hijos mostraran una curiosidad tan inocente.

—¡Salgamos Ane!

—¡Si, hermano mayor!, ¡Vamos!

Excepto que...

Su curiosidad podía cruzar de la inocencia al peligro terriblemente rápido, ignorando cualquier tipo de precaución como que el coche en que viajan está en movimiento a una considerable distancia del suelo y han crecido lo suficiente como para ya no esconderse fácilmente en los armarios.

Y por sobre todo eso, recién acaban de cumplir siete años.

A una asombrosa velocidad detuvieron a los infantes, levantándolos por el cuello de sus ropas, sentándolos en sus piernas y abrazándolos por el estómago, limitando sus movimientos.

Ambos niños parpadearon confundidos.

—Mala idea dejarlos sentarse cerca de la puerta. —Dijo el hombre de cabellos rojos con un traje totalmente negro con decoraciones en rojo y dorado.

—Casi se me sale el corazón del pecho. —Suspiró la mujer de cabellos blancos con un vestido enteramente blanco, decorado por flores rosas, rojas y un hilo verde que simulaba el tallo conectando cada una de las flores.

Después de escuchar las voces de sus padres, comprendieron que estaban imposibilitados de saciar su natural curiosidad infantil. Movieron su cuerpo, agitaron sus brazos y patalearon pero el abrazo de sus padres no disminuyo en fuerza.

Inflando sus redondas mejillas con sus infantiles voces molestas, exigieron ser liberados, aumentando con las pataletas.

—Ya basta. —Dijo su madre en tono serio, acariciando el cabello rojizo de su hijo y mirando a su hija sentada en las piernas de su padre al otro lado del coche. —Lo que estuvieron a punto de hacer fue insensato y peligroso. ¿Quién les enseño que pueden saltar de un coche en movimiento?

Con esa pregunta hecha por su madre, ambos infantes cerraron sus bocas enviándose mensajes con la mirada.

Ella trato de adivinar, basándose en la expresión de su marido quien cargaba a la niña, pero su marido, estaba más entretenido reprimiendo su risa ante los rostros compungidos de sus dos hijos.

Definitivamente no obtendría nada de él y tampoco le seria de ayuda.

Exhalo con desgano. Había muchos puntos positivos a resaltar de su marido en cuanto a la crianza de sus hijos, pero, también un excedente de puntos negativos que la llevaban a castigarlos a los tres prohibiéndoles comer dulces.

—"A veces parecieran tres niños... en lugar de dos..." —Negó, dejando caer sus hombros.

Sus dos hijos continuaban con el voto de silencio, su hijo, el mayor, temblaba en sus brazos y su hija, la menor tenía los ojos acuosos y marcas rojizas en sus mejillas, eso era el preludio para un gran lloriqueo que vendría acompañado de múltiples disculpas.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora