Extra 7. Reunión con el Emperador. (1)

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En el esplendoroso jardín del palacio real, dos mujeres bebían té y compartían dulces pastelillos. Una de ellas dejo el tenedor junto a su plato cubierto por unas pocas migas, limpió sus labios con la servilleta de tela y sonrío amablemente al terminar. Colocó sus codos sobre la mesa, entrecruzó los dedos de sus manos y apoyo la barbilla sobre estos, ladeando ligeramente su cabeza a un lado.

—Si tú esposo se marcha, lo arrestaré.—Dijo extendiendo su sonrisa y cerrando los ojos.

Su acompañante lucía totalmente desconcertada, terminando por atragantarse con el sorbo de su té, al escucharla toser, ella abrió sus ojos indicándole a una de las sirvientas en el jardín se acercara para ayudarla. Unos segundos más tarde y algunos suaves golpes en la espalda después, su acompañante estaba a salvo, sin ninguna bebida peligrosa que estuviera bloqueando su sistema respiratorio, con un leve asentimiento de cabeza agradeció a la sirvienta, quien regresó a ocupar su anterior posición.

—¿Mejor?

—Hm. —Asintió, pasando un poco de saliva para humedecer su garganta. Tosió un par de veces, volviendo a beber un sorbo de té. —G-gracias... S-su majestad.

—Ni lo menciones, querida. Sabes bien que me importa mucho tu bienestar. ¿Qué clase de anfitriona sería sí dejó a mi más preciosa invitada morir por algo de té? No, no. Qué horrible pensamiento.

—... Ah... S-sí. —Dijo ocultando su incomodidad. Ella siempre era demasiado directa con sus verdaderos pensamientos. —Agradezco su preocupación.

—Como dije, siempre es un placer ayudarte y nunca es la excepción, no importa si es por una insignificancia como algo de té. —Señaló la taza, sin dejar caer su sonrisa. —O... —Pauso, desvaneciendo cualquier brillo amistoso de su rostro. — Advertirte de las consecuencias si tú idiota marido actúa en base a la culpabilidad de haber abandonado su patria.

Una terrible sensación helada calo hasta sus huesos, sostuvo firmemente el haza de su taza, manteniendo su mirada fija sobre ella, si la apartaba, mostraría su miedo, dándole la razón. Aquellos ojos negros, idénticos en color a los suyos, penetraban en lo profundo de su alma, sin resguardar ni un solo sentimiento o emoción cómo anteriormente demostró. No era un cazador detrás de su presa, no jugaba mentalmente, no perseguía la satisfacción por la tortura. Solamente, deseaba una respuesta. Ella era la imagen absoluta de un gobernante.

—¿Cuándo se enteró? —Preguntó, dejando ambas palmas de sus manos en la mesa.

Ella sonrió implacable, sosteniendo su barbilla.

—No creo que importe el <Cuándo> sino ¿Por qué? —Golpeó la mesa usando su dedo índice repetidas veces, deteniéndose al no escuchar a su invitada hablar. Exhaló pesadamente. —Han vivido en Scarinthus por casi nueve años, Jieun. Les permite libre albedrió, entregue tierra, empleados, riquezas bases e incluso en contra de mi mejor criterio, acepte tú matrimonio. Todo con tal de proveer una vida lo suficientemente decente y sin preocupaciones. Pero, ¿Qué hace ese marido tuyo? —Rio secamente. —¿Jugar al héroe trágico? ¿Esperar alabanzas y lágrimas de alegría? ¿O abandonarte sin remordimiento? —Negó de un lado a otro, dejando que una sonrisa se plasmara en sus finos labios rosados. —Su estupidez me asombra. En verdad no te merece, debí volverte mi concubina en cuanto tuve la opor-

—¡Su majestad! —Interrumpió Jieun, golpeando con ambas palmas de sus manos la mesa y levantándose de su asiento. La taza se derramó en el mantel y algunas galletas y dulces aterrizaron en el suelo. Ella miraba fijamente con furia contenida, el miedo filtrado por sus poros descendió, dejo a una emoción mucho más intensa tomar posesión de su persona.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora