Extra 13. Reunión con el Emperador. (7)

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Observó su mano cubierta por un vendaje que sellaba la pequeña gaza blanca sobre la herida hecha al recoger los trozos de la taza que dejó caer accidentalmente.

En un principio, no le tomo importancia, un simple desliz mientras servía una taza de té para su hija. Todavía recordaba con claridad la culpabilidad tatuada en el rostro de Diana mientras la escuchaba disculparse repetidamente entre lágrimas e intentando detener el sangrado del corte. Antes de que su hija pudiera mancharse con la sangre, envió a una de las sirvientas a traer suministros médicos a la vez que mostraba una sonrisa tranquila para demostrarle a su hija que a pesar de su herida no dolía en absoluto. Diana se arrojó contra su pecho, abrazándola con fuerza, pidiendo una y otra vez ser perdonada por su capricho al interrumpir sus deberes en la administración presupuestal para la fiesta de aniversario del Imperio. Ella negó, insistiéndole que no debía albergar tales preocupaciones, simplemente fue un error de su parte y nadie podía precisar con exactitud si ocurriría o no.

Al limpiar la sangre y colocar una solución desinfectante los recuerdos de su tiempo como caballero aprendiz en entrenamiento se filtraron en su mente. El uso de una pesada espada entre sus frágiles y delicadas mano, cubriéndolas de callos con corte diminutos eran la prueba verídica de su constante esfuerzo para convertirse en un caballero y una digna heredera del legado de los Monique. Esas acogedoras memorias eclipsaron totalmente su vergonzoso desliz. Sin embargo, antes de poder dar vuelta a la página, retomando su reunión de té privada junto a Diana, fueron interrumpidas ante la prematura entrada de un caballero imperial seguido de una sirvienta que jadeaba por aire y se sostenía del marco de la puerta recuperando el aliento. Obviamente estaba molesta ante la grosera interrupción, a punto de exigir una explicación antes de considerar el castigo por tomarse libertades inmerecidas, el caballero develó la verdad tras su ingresó sin invitación consiguiendo que no solo justificarse sino dar sentido a una simple taza rota y causarse una herida.

Rápidamente tomó una decisión, levantándose de su asiento en la mesa, ordeno enviar de regreso a Diana a sus habitaciones privadas en su palacio junto a su caballero escolta y llamando a una generosa cantidad de caballeros imperiales que cuidaran de su hija durante el trayecto hacia sus habitaciones. Diana parecía confundida y temerosa al captar unas cuantas palabras significativas en el discurso expresado por su madre. Trató de evitar ser enviada a su habitación, pero, su madre negó, explicándole que era por su bien y al terminar de comprobar la seguridad general del palacio, además de reunirse con el Emperador, volvería por ella, solamente debía ser paciente.

Sorbiendo el moco colgando por su nariz, Diana mordió su labio inferior asintiendo, abrazo fuertemente por última vez a su madre, despidiéndose de ella, dejó la habitación con su caballero escolte y un extra de doces caballeros rodeándola que bloquearon la visión de su figura. Al verlos desaparecer por el pasillo, exhalo por sus fosas nasales, enderezo su postura y con paso firme empezó a caminar directo a la sala del trono imperial. El tiempo no estaba a su favor, la información era escasa y las contramedidas eran tan espontaneas que no daban un margen de éxito favorable, en realidad, planteaban la posibilidad de escenarios catastróficos que pudieran repetir las pérdidas ocasionadas durante los primeros años del mandato del actual Emperador.

Esfumo sus pensamientos negativos, debía mantener la cabeza fría y concentrarse en el presente. Si se dejaba guiar por sus sentimientos personales, se volvería una carga más que una ayuda. Se giró hacia el caballero imperial que había recuperado el aliento tras su carrera y empezaba a dar disculpas por la forma tan tosca de entrar. Opto por apartar la etiqueta y educación para concentrase de nueva cuenta en el informe de avistamiento. Necesitaba tener todas las piezas en orden.

Según lo dicho por él... Un pequeño carruaje sin escudo familiar había ingresado a las fronteras del Imperio, apenas deteniéndose entre los poblados a tomar un descanso o reabastecer sus suministros, aparentaba pertenecer a algún noble recién ingresado a la sociedad, tal vez un plebeyo con suficiente dinero para permitirse el lujo de viajar en un carruaje, considerando la falta de escudo y un conductor que portase alguna color distinguible en sus vestimentas. No se tomaría en cuenta un carruaje de este tipo, considerando tantos otros de igual o parecida descripción usados por cada persona en el Imperio, sino hubiera desaparecido ante las miradas incrédulas de un puñado de plebeyos y caballeros, un par de días pasaron y cuando los rumores alcanzaron un punto alto el mencionado vehículo reapareció en el interior de la capital, tomando camino hacia los terrenos de la familia Rass. Uno de los caballeros imperiales negándose a la verdad mostrada por sus ojos se desmayó dejando a su compañero solo a enfrentar tan horrendo descubrimiento. Tomo a su compañero en brazos y llevándolo en su caballo, emprendió el viaje hacia el palacio imperial.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora