TRILOGY: VENASUMP

CAPÍTULO 11

dedicado a williandrysvelasquez

Presente

Ethan Carowey:

Nunca imaginé que nuestra estadía en Idaho sería tan corta, pero no teníamos de verdad una razón lógica como para poder quedarnos en este lugar. Joseph y yo estaríamos en gran riesgo si no escapamos de este lugar con la rapidez con la que llegamos.

Apenas despertamos esta mañana recogimos todas nuestras pertenencias y nos abastecimiento de medicina que, por más vencida que estuviera, nos serviría para sanarnos de cualquier rasguño o golpe que recibieramos.

Idaho es una zona roja. Hay demasiados infectados y se nota que tal vez pueda ya existir alguna mutación del Venasump-8, ya que esas bestias que vimos no eran solo descabezados monstruos, sino que eran mounstro con cierto dote de inteligencia.

Nunca se ha visto un infectado capaz de intentar girar una perilla mientras empuja una puerta. Eso significa que ahora ellos tienen conciencia.

Antes de irnos, Joseph consiguió un aparato que no me dió muy buena espina ya que me recordaba a los jefes Augusto y Gorg. Dentro de las gavetas de una de las chicas había un viejo celular sin clave y con cargador portátil.

Desde que lo encontró ha pasado todo el camino grabándose y documentándose como si de un influencer se tratase. Se graba y sonríe a la cámara mientras tira varias fotos. Es gracioso en cierta manera, pero me recuerda a qué de la misma manera estuvieron ellos antes de que uno de ellos se infectara.

—¡Ethan! —el grito del pelirrojo me hizo girar antes de continuar caminando, y sonreí de manera obligatoria antes de ver acercar la cámara hasta mi cara—. Necesito que saludes a la cámara.

—¿Supones que te puedes hacer viral en medio del fin del mundo con mi cara?

—Tus preciosos ojos lograrían hacerme viral —soltó entre risas mientras apagó la pantalla del teléfono—. ¿Qué tienes?

—Nada la verdad —mentí—. Solo es... Quiero salir pronto de este lugar.
De verdad si tenía algo.

Sentía nervios apoderándose de mí en cada mínimo aspecto de mi cabeza, ya que, sentía miedo de toparnos con dicho grupo de anoche.

Uno, tal vez tres, o máximo ocho infectados sería muy sencillos de controlar por Joseph y por mí. Pero controlar un grupo tan abundante de al menos cincuenta contagiados, solo lograría meternos en más problemas de los que merecemos.

—Te entiendo —informó el chico que guarda el celular en su bolsillo—. Y te prometo que llegaremos muy rápido a Washington.

Asentí mientras Joseph y yo nos volvíamos a encaminar por medio de una extensa autopista. Un largo camino en dónde existen una serie de autos sin orden que van convirtiéndose en obstáculos mientras los recorremos.

—Ethan —la voz de Joseph me hizo girar hasta él mientras lo observé rodeando un pequeño Fiat—. Nunca me has hablado de lo que soñaste hacer en la universidad.

—Nunca le ví interés —admití mientras me detuve a sacar nuestras última jarra de agua y le dí un pequeño sorbo para ahorrarla—. Siento que de nada vale recordar mi vida antes de la pandemia.