CAPÍTULO 16

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Presente

Ethan Carowey:

En menos de un minuto después de encontrar el archivo perteneciente al investigador Walter Wallas, el cual desarrolla la bacteria del Venasump-8, todo cambió estrepitosamente.

Katherin alzó victoriosa la carpeta color café oscuro, y junto a ella empezó a resonar en manera de un fuerte eco un fuerte pidió de alarma, el cual nos hizo cubrirnos los oídos de manera veloz.

El sonido es tan ensordecedor que me voy tirando al piso junto a Katherin, la cual aún sostiene la carpeta en su mano. Apenas abrí los ojos y conseguí a Owen mirándonos con extrañeza. Parecía estar confuso por nuestros comportamientos.

—¿No te duele? —inquirí con dolor y el chico me miró con duda.

—¿Hay algún sonido?

—¡Owen, son alarmas! —gritó Katherin mientras se sacudía en el suelo—. ¡Apagalas!

—¡¿Dónde?!

—¡Panel derecho! —grité con velocidad mientras eché la cabeza para atrás.

El rubio se movió ágilmente hasta llegar a dicho panel, y luego de presionar varios botones al azar, detuvo las alarmas. Katherin y yo pudimos retirar nuestras palmas de nuestros oídos y comenzamos a respirar con tranquilidad mientras pasamos el ardor en nuestros conductos auditivos.

—¿Porqué a él no le afecto? —pregunté en voz baja a la pelinegra que lentamente se iba levantando.

—No es humano —recordó—. Tal vez el virus lo haga fuerte a una clase de sonidos.

Tenía sentido.

Aún no conocemos la infinidad de dotes que podría tener un medio infectado. Owen resiste la necesidad de suicidarse o atacar a alguien. Además, no tomaba el aspecto de un contagiado por más que pasara el tiempo, aunque ya pequeñisimos puntos negros se regaran por sus ojos.

—Debemos irnos —la orden de Owen llegó a nosotros cuando apenas Katherin y yo pudimos siquiera levantarnos.

Miramos con confusión al rubio que estaba parado en uno de los ventanales, que dan dirección a la entrada este de La Falec. Su rostro refleja nerviosismos y miedo, lo notó en sus chispeantes ojos grises y no hago más que acercarme hasta su lugar una vez puedo caminar sin dificultad.

Logré presisar dos figuras apareciendo por las calles de arena de la ciudadela. Desde aquí no puedo reconocer sus rostros, pero notó que se trata de un hombre y una chica.

El hombre tiene en sus manos dos largos cuchillos similares a los tomados por Owen, y la chica tiene una pequeña hacha que sostiene con fuerza. Claramente, están listos para atacar.

—Parecen mercenarios.

—¿Mercenarios? —pregunté con duda al rubio que ahora giró a verlos.

—Son personas malas. Muy malas que nos destruiría muy fácilmente —resumió el chico que se alejó levemente del ventanal—. Si está Fátima con ellos, estamos en graves problemas.

—¿Quién es Fátima? —preguntó Katherin con duda mientras notó al chico acercarse hasta la puerta.

—¡Vámonos, malditasea!

Solo bastó una mirada entre la pelinegra y yo, para saber que Owen tenía razón. Independientemente de lo que fuese, teníamos que salir de allí.

Corrimos los tres por los largos pasillos del laboratorio mientras no nos dirigimos ninguna palabra. Yo guíe al grupo mientras tuve levantado mi rifle para descargar una perfecta línea de tiro a todo aquel que se los atravesará.

TRILOGY: VENASUMPWhere stories live. Discover now